Condenan a informático estadounidense por filtraciones de documentos secretos de la CIA
Un tribunal de Nueva York declaró culpable de una de las mayores filtraciones de la CIA a uno de sus exagentes, el hacker Joshua Shulte.
La filtración de 8.761 documentos a la plataforma Wikileaks en 2017 reveló cómo los agentes de inteligencia estadounidenses hackearon teléfonos inteligentes en el extranjero y los convirtieron en dispositivos de escucha.
“Schulte fue condenado por uno de los actos de espionaje más descarados y dañinos en la historia de Estados Unidos”, dijo el fiscal Damian Williams.
Durante el juicio, el implicado negó las acusaciones.
Ingeniero de computación
Nació el 25 de septiembre de 1988 en Lubbock, una pequeña ciudad de 250.000 habitantes en Texas, a mitad de camino entre Dallas y Albuquerque.
Se crio junto a sus padres y sus tres hermanos -él es el mayor-, y en 2007 se mudó a Austin, donde estudió ingeniería en computación en la Universidad de Texas.
Entre 2008 y 2009 hizo una pasantía en IBM, el año siguiente pasó brevemente por la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU. y en mayo (2010), con solo 21 años, comenzó a trabajar para la CIA, de acuerdo a su perfil de Linkedin.
Según una de sus compañeras de clase en la secundaria, la mayoría de quienes lo conocían en Lubbock no podían creer que estuviera empleado por el servicio de inteligencia.
“No es que no fuera inteligente, pero no era alguien que se destacara por ser un supercerebro ni nada por el estilo”, escribió Chrissy Covington, quien ahora presenta un programa de rock en una radio local.
Creador de malware
Schulte trabajaba en el noveno piso de un edificio de oficinas que se parecía a cualquier otro en la localidad de Langley (estado de Virginia), unos 15 kilómetros al noroeste de la Casa Blanca en Washington DC.
Estaba contratado en una dependencia denominada Operations Support Branch (en español, rama de apoyo de operaciones), la unidad secreta donde la CIA tiene a sus hackers.
Desde esa oficina creaba malware (software diseñado para hacer daño) que era luego introducido en dispositivos de aquellos a quienes la CIA quería espiar. Computadoras, iPhones y teléfonos Android e incluso televisores inteligentes eran utilizados para escuchar a sus enemigos.
Allí, cada uno tenía su apodo. A Schulte le gustaba que lo llamaran Bad Ass (genio, campeón), aunque en general lo solían llamar Voldemort, en referencia al villano calvo de la saga de Harry Potter, según un reportaje publicado en The New Yorker a comienzos de junio.
Por su buen desempeño, Schulte se ganó el acceso como administrador del sistema de la red de desarrollo de la CIA, conocida como Devlan.
Pero la mala relación con uno de sus colegas -y la indiferencia que sintió de parte de sus superiores ante ello- hizo que decidiera renunciar en noviembre de 2016; se mudó a Nueva York y comenzó a trabajar en la agencia de noticias Bloomberg como ingeniero de software.
Hasta que a comienzos de 2018 fue encarcelado y su juicio comenzó.
El caso en la justicia
Schulte fue declarado culpable de enviar las herramientas de guerra cibernética Vault 7 («Bóveda 7») de la CIA a Wikileaks.
El hacker, quien se representó a sí mismo en el juicio en el tribunal federal de Manhattan, ahora enfrenta décadas en prisión.
Los fiscales alegaron que en 2016 transmitió la información robada a Wikileaks y luego mintió a los agentes del FBI sobre su papel en la filtración.
Agregaron que aparentemente estaba motivado por la ira por una disputa en el lugar de trabajo en la que su empleador ignoró sus quejas.
Los fiscales, además, habían instado a los miembros del jurado a considerar la evidencia de un intento de encubrimiento, incluida una lista de tareas que hizo Schulte que contenía una entrada que decía: “Eliminar correos electrónicos sospechosos”.
Pero Schulte dijo que el gobierno no tenía pruebas de que lo motivara la venganza y calificó el argumento de “pura fantasía”.
En su alegato final, afirmó que “cientos de personas tenían acceso” a los archivos filtrados y que “cientos de personas podrían haberlos robado”.
Schulte también se enfrenta a un juicio por separado por cargos de posesión de imágenes y videos de abuso infantil, de los que se ha declarado inocente.