La jungla en que no queremos vivir

Un hombre orina, sin pudor alguno, recostado a la pared de un céntrico edificio; dos adultos corpulentos y sudorosos deambulan a plena luz del día, sin camisas, por una zona urbana bien transitada; otro acomoda un equipo portátil de amplificación en algún espacio de uso común y sube el volumen a su máxima potencia; alguien que camina bebiendo cerveza por una avenida emblemática, lanza la lata vacía en plena calle; un grupo de adolescentes danza frenético sobre los bancos de un parque. Solo son pinceladas de un paisaje gris y amenazador que se muestra, como puñalada al civismo y a la educación formal. No hay en esos rostros resquemores ante posibles penalizaciones; lo asumen con desenfado hiriente, como algo normal e impune en nuestra sociedad.

El mal es aún soluble, si se impone el rigor en la aplicación de leyes existentes y se refuerza de inmediato, y con profundidad, todo aquello que en materia educativa, y desde el propio seno familiar, se debe hacer, para que la solución no sea atacar las consecuencias, sino superar las causas. La opción no puede ser esquivar el charco de orinas, saltar las latas vacías, quitar la vista del torso desnudo, escapar de la música estridente o ceder penosamente el espacio a los indisciplinados.

La calle no es de los pocos, que la prefieren convertida en jungla, es de los muchos que la queremos disfrutar sin que el ruido de las malas palabras, la gritería y el gesto chabacano marquen las pautas de convivencia social. Hagamos todo lo que se precise para que la educación sea sinónimo de cultura cívica, para que escolaridad sea equivalente a comportamiento honroso. No miremos como normal aquello que no lo es y no pospongamos para mejores tiempos el coto a esas negativas actitudes.

Hablemos con nuestros hijos, eduquemos con el ejemplo, hagamos una campaña de bien público, que remueva los poderosos y tradicionales cimientos culturales que son nuestra fortaleza.

Que nunca esos pasajes desagradables y condenables sean la cara visible de un país, que lo ha apostado todo por edificar una sociedad constructiva y respetable.

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