La bancarización y la preparación para sus beneficios

Recientemente el Banco Central de Cuba emitió una resolución sobre el proceso de bancarización que busca que la oferta de los servicios financieros hacia las personas y entidades se efectúe a través de los bancos.

La medida aprobada en momentos en que la población sufre la poca disponibilidad de dinero en efectivo a través de los cajeros automáticos, ha estremecido el intelecto de algunos, las ansias de pronósticos de otros y la insuficiente preparación de la población y de todos los actores económicos referentes a las alternativas y ventajas de los distintos medios electrónicos de pago a su disposición.

Si nos asomamos a las redes sociales, el término es tendencia y tal parece que este proceso es otro ¨desatino del comunismo cubano¨ o que todo esto comenzó ayer en Cuba. Desde luego que los que tratan de bancarizarnos como nación (cuestionando la bancarización con mala fé); definiendo que estas medidas están encaminadas contra el sector privado o los que tratan de ilustrarla como una acción compulsiva del gobierno revolucionario; así como los que auguran el desastre divino, han tenido (tienen y tendrán) mayor repercusión en los medios de difusión y plataformas independientes¨, así como en las redes “antisociales”; que los que brindan información y explican exhaustivamente cada medida que se implementa en el país.

Estos últimos, tratan de explicar que tener una cuenta bancaria es el primer paso como condición necesaria para la bancarización, pero no suficiente; que la medida es gradual (sin dejar de reconocer que toda obra humana es perfectible) manifestando que la bancarización de los actores económicos debe realizarse en igualdad de condiciones, de forma gradual, y en correspondencia con las condiciones económicas y tecnológicas que se creen en cada localidad. Dejando claro, además, que toda medida que se implemente debe representar una mayor ventaja que el uso del efectivo. No obstante, los odiadores (algunos de ellos arropados en títulos académicos y otros simplemente dando gritos desde su cómodo butacón y detrás de un micrófono) tratan de invisibilizarlos o tergiversar lo que nos explican.

Pero vayamos por parte. En primer lugar, este fenómeno no es ¨puramente cubano¨. Según postulados de la teoría económica, los intermediarios financieros cumplen funciones que permiten reducir los costos de las transacciones asociadas a la canalización de recursos (entre el ahorro y la inversión), afectando positivamente el crecimiento económico y de ahí el importante rol que desempeña el banco. Debe reconocerse además que, en la gran mayoría de los países de América Latina y el Caribe se han logrado importantes avances en la bancarización de las transacciones desde hace años, lo cual ha permitido más seguridad, control y transparencia en la gestión de los recursos en medio de la privatización y los modelos neoliberales, según informes del mismísimo Banco Mundial. Tal es así que por países: Chile presenta el mayor indicador de bancarización en la región con un 87 %, Venezuela y Brasil comparten el segundo lugar con el 84 %, seguido por Uruguay y Jamaica con 74 %, Argentina (72 %), Bolivia (64 %) y Paraguay (54 %). No haré referencias a lo que ocurre en otras regiones del planeta como Norteamérica, Europa o Asia, lugares donde a partir del desarrollo de las TICs y de los sistemas financieros, se aprecian resultados tales como que en China, algunos comerciantes han manifestado a través de las redes sociales que hace cinco años no han operado con dinero en efectivo.

Haciendo referencia solo a nuestra región, debe reconocerse que este proceso se aceleró a raíz de la pandemia de la COVID-19, lo que obligó que en medio de las medidas de aislamiento obligatorio, esta fuera la vía más segura para que los ciudadanos accedieran a las ayudas económicas que brindaron algunos gobiernos centrales a la población, lo que posibilitó que las entidades financieras de estos países penetraran con sus servicios en segmentos poblacionales antes no incluidos.

Otro de los elementos que debe considerarse al efectuar cualquier análisis es que, con la bancarización, se contribuye a la inclusión financiera en cualquier latitud del planeta, la cual se menciona por el PNUD como un elemento que facilita la consecución de siete de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible hasta el año 2030, (aprobados por todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas en el año 2015), por estar relacionada con la posibilidad del acceso universal, equitativo y continuado de todos los actores económicos y sociales a servicios y productos financieros diversificados, disponibles permanentemente, próximos geográfica y tecnológicamente, formales, regulados y seguros, así como adecuados a las necesidades específicas que contribuyan a su desarrollo y bienestar.

Por supuesto que nada de lo anterior es ajeno al contexto cubano. Debe tenerse en cuenta que en Cuba los trabajos ejecutados en la digitalización de la sociedad y la bancarización se remontan al año 1989 cuando se comenzó con la utilización de los terminales de puntos de venta o Point of Sale (POS, por sus siglas en inglés) y que los cajeros automáticos comenzaron su explotación en 1997, ofreciendo una vía inmediata para la extracción del efectivo y otras operaciones, liberando a las sucursales de un gran número de clientes para este fin. Posteriormente con la banca telefónica surgida en el 2006 se agilizó aún más la digitalización de los pagos de servicios básicos de la población, las consultas de saldos y esclarecer dudas sobre las cuentas bancarias y más tarde, en el 2016 se desarrollaron las pasarelas de pagos y comenzó el desarrollo del comercio electrónico. Es decir que ya se venían dando pasos en el proceso de bancarización por lo que no es un fenómeno nuevo.

Sin embargo, resulta contradictorio que en momentos en que el Estado impulsa el uso de los medios electrónicos de pago, se aprecie un retroceso de los niveles de bancarización e inclusión en el país y con ello, desde hace varios meses, se ha hecho sumamente difícil conseguir efectivo en las entidades bancarias a los trabajadores que poseen (desde hace más de dos, tres, cuatro o de cinco años) tarjetas electrónicas las que fueron implementadas por su entidad, con el objetivo de que pudieran cobrar su salario mensualmente; además de los jubilados, pensionados y beneficiarios de la asistencia social que también pasaron a esta modalidad, entre otros sectores de la población; los que además representan los principales clientes de nuestra red de comercio minorista en cualquiera de sus modalidades.

Lo anterior se encuentra estrechamente vinculado, en primer lugar, al uso del dinero efectivo por el sector no estatal y la incorporación de nuevos actores en la economía; además de la no implementación de las medidas de bancarización en todas las entidades del sector estatal, propiciando el uso desmedido del pago al cash (efectivo), lo que incrementa la demanda de utilizar los cajeros automáticos  para su extracción. Un ejemplo de ello es que no todos los productores de bienes y servicios que tienen condiciones para hacerlo, utilizan las tarjetas para el pago de salario a sus trabajadores o que resulta insuficiente el uso de las tarjetas para efectuar compras mayoristas por desconocimiento o por otras causas injustificadas; que no todas las que brindan servicios u ofertan bienes en moneda nacional, hacen uso de medios electrónicos de pago por el cliente, o que es insuficiente el uso de tarjetas de créditos en CUP, entre los 40 tipos de tarjetas que se implementan como instrumento de pago. Es por ello que la inmensa mayoría de la población demandaba estas medidas hace tiempo.

Un asunto asociado a un nuevo paradigma que deben asumir nuestros empresarios en su enfoque al cliente si reconocemos que en Cuba existe un solo sistema empresarial, conformado por diferentes actores económicos y formas de propiedad, en todos resulta un factor clave la digitalización y la transformación digital, en la búsqueda de eficiencia y competividad. Quizás la respuesta más acertada como cliente, desde mi experiencia personal, fue la que recibí recientemente cuando abordé (sin dinero en efectivo, en medio de la crisis) un triciclo eléctrico privado y le pregunté al chofer: ¿usted acepta pagos electrónicos? El mulato se viró y sonriendo me dijo: iAmigo, yo acepto pagos hasta en bitcoin!; además, yo todo lo deposito en mi Cuenta Fiscal. Inmediatamente brindó el código QR de su cuenta para que yo efectuara el pago del servicio, mientras el conducía su vehículo. También resulta halagüeña la respuesta que recibí al reservar pasajes para viajar a La Habana por Ómnibus Nacionales en los primeros días del próximo mes de septiembre mediante la APK Viajando entre otras buenas experiencias del comercio electrónico.

Por supuesto que estos son más competitivos y emprendedores que aquel que tiene su punto de ventas a solo diez metros de un cajero automático de BPA con su extensa cola y no aceptó esta forma de pago cuando fui a adquirir unos tornillos tirafondos, aunque él viera desde su timbiriche que en dicha cola habían más de 50 personas esperando obtener dinero en efectivo y por eso perdería un cliente insatisfecho. También son más competitivos que el que brinda servicios de Banca Extra y no cuenta con la disponibilidad de efectivo suficiente para enfrentar la demanda; porque no lo ha priorizado, pues prevalece la venta de otros bienes ¨más rentables¨, sobre todo en aquellos lugares lejanos donde aún no se cuenta con cajeros electrónicos aislados. Por supuesto que estos últimos casos deben adaptarse a los nuevos tiempos y enfocarse en la prioridad de cualquier negocio: su responsabilidad social y su enfoque al cliente.

Claro que a pesar de los detractores (internos y externos) la bancarización llegó para quedarse, pues para la sociedad se brindan servicio más eficiente, no solo porque ofrece la posibilidad adicional de efectuar la compra de bienes y servicios de forma eficiente y segura; sino que reduce los ciclos de los cobros y pagos, con un movimiento más rápido en los flujos monetarios; se minimiza el tiempo para acreditar el efectivo en las cuentas bancarias y el país reduce los riesgos en la falta de transparencia en la trazabilidad de las transacciones financieras y reduce los costos por la fabricación del efectivo y por menor manipulación del mismo; pero su éxito no depende solo del Sistema Bancario y Financiero (SBF) sino de corregir las causas que lo provocan, empezando por nuestra preparación para el cambio.

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