Geopolítica: Milei, el león de cartulina

¿Un loco, un vidente, un profeta, un destructor, un antisistema? Todas esas son las etiquetas que en pocos días han copado las redes sociales desde el avance sin precedentes del candidato del ultraliberalismo Javier Milei en las llamadas elecciones Paso de Argentina. Su agrupación, llamada La libertad Avanza es un partido que recomienda el retorno a las recetas más clásicas de los constructores de la propiedad privada y del capital más rancio.  Se trata de las famosas líneas de John Williamson conocidas como el Consenso de Washington y que poseen en la dolarización su elemento central. Todo eso viene aderezado con una campaña propagandística muy hábil que se nutre de los errores, la corrupción, los males sociales y los problemas de construcción política de la clase dominante. No es la primera vez que esto pasa en la Historia, de hecho, los encantadores de serpientes son esas personas que saben conducir a las muchedumbres aún en su propio perjuicio. Sobran ejemplos desde Hitler hasta Trump. 

Milei se presenta como el hombre que ha sabido decodificar los anhelos de la gente, como el crítico feroz del gobierno, como el opositor a las ideas dominantes. Esa imagen lo ayuda y de hecho existe un manejo evidente de los significantes más universales en su campaña, desde el león como símbolo de poder hasta el uso de bandas sonoras del rock clásico. Todo para lograr la empatía con los públicos y captar el voto. Pero un análisis serio de la cuestión argentina no puede justificar el ascenso de Milei solo por su propaganda. De hecho, hay un sustrato político y social que determina este suceso y que requiere ser articulado con mayor vehemencia. Las clases políticas del país, las élites, las mismas que pactaron con la Junta Militar y dieron paso a una democracia en la cual aún no se clarifican los crímenes de la dictadura; no han querido siquiera operar con limpieza en la hechura de una nación de grandes desigualdades en la cual se reduce la capacidad de vida de los sectores trabajadores. Unido a ello, la izquierda socialdemócrata se ha concentrado en elementos que se desvían del problema fundamental de toda sociedad, el de la lucha de clases y el tema de la propiedad. Nada se ha tocado en los tantos años de democracia en torno a los emporios privados fruto de la especulación y las corruptelas, no hubo modificaciones significativas a la presencia y la influencia de los capitales extranjeros en la política local, sino que al contrario desde la pandemia se hace más evidente la presencia de poderes como el FMI y de magnates como George Soros. El problema de la deuda externa ha asfixiado a los políticos argentinos y los lleva de la mano de una subordinación muy estrecha a los que detentan el poder financiero internacional. Ello, cuando se traduce en cuestiones domésticas, hace lucir muy mal a los que Milei llama “la casta”.  Y es que los efectos de los paquetes neoliberales de los años 90 del siglo pasado no se han reducido, sino que vienen en ascenso y hoy hay muchos más efectos adversos que beneficios. Cuando la derecha rancia ha gobernado en Argentina, ha implementado esas medidas de recortes. Luego, cuando le toca el turno a la socialdemocracia, faltan el valor y el consenso para hacer las transformaciones profundas e imprescindibles. El resultado es un país en el cual los mismos obreros son capaces de votar por un hombre que habla de eliminar el carácter público de la educación, de la cultura, de la salud y transformar todo eso en un privilegio de quienes lo puedan sufragar. Esa es la tesitura de su moral. 

Hay que ver en ascenso del ultra liberal también un resultado de la lógica de la alternancia burguesa de la democracia, en la cual los proyectos de la élite juegan con los anhelos de las personas, pero no se traducen en cambios sustanciales, sino que todo se reduce a un traspaso formal de un político a otro, de un partido a otro. La crisis de la partidocracia es un elemento crucial que debe ser analizado. La democracia puede ser la dictadura disfrazada de un movimiento falso en el poder que no expresa los movimientos reales de la historia ni los anhelos de la gente común que produce y trabaja. Más allá de si Milei tiene o no derecho a profesar el liberalismo más rancio, hay que decir que las fórmulas que propone como algo nuevo son harto conocidas y ya han sido de hecho impuestas por sucesivos mandatos de la derecha por décadas en América Latina. Presentar lo mismo como algo diferente ha sido en parte su gran mérito como encantador de las multitudes. Pero no hay que tomarse en juego lo que está proponiendo. 

Con los ministerios que pretende eliminar piensa hacer uno que se llame Ministerio del Capital Humano. O sea, una especie de supra institución en la cual se maneje a las personas a partir de su valor cuantificable como mercancía. Y es que Milei mira hacia la masa no como las entidades investidas de derecho que son, sino como seres que tienen que poseer una naturaleza propia del capital. De esta manera la libertad a la que se refiere es la de aquellos que puedan pagársela. La moral se traduce en poder adquisitivo y se relativiza. Con esta propuesta, Milei roza ideologías reaccionarias de una peligrosidad demostrada a lo largo de la Historia.

Pero, ¿por qué la dolarización? A estas alturas debería ser una verdad de Perogrullo el hecho de que esta medida genera mayor desigualdad y menos oportunidades. El dólar es una moneda inflacionaria que constantemente sube de valor de manera ficticia y ello provoca el encarecimiento de todos los productos y la caída de la moneda local. En otras palabras, dolarizar es abrirse al peor caballo de Troya. Argentina posee una inflación de décadas que tampoco ha sido resuelta por las sucesivas administraciones. Imponer el patrón dólar es hacer que desaparezcan los valores cambiarios locales y que las personas deban cobrar y pagar en la divisa norteamericana. Ello no quiere decir que vaya a desaparecer el problema, sino que se tendrá que cuantificar en dólares. Las empresas privadas más poderosas y los capitales extranjeros salen beneficiados al no tener que realizar tasas de cambios locales, al abrirse el país al flujo de una moneda extranjera, lo cual flexibiliza la actividad comercial a gran escala. Pero las industrias locales que no posean grandes reservas de dólares o no accedan a transacciones de gran volumen internacional, estarán condenadas a desaparecer y ser absorbidas. Argentina será menos argentina, más comprable, les pertenecerá menos a los nacidos allí y más a quienes sean capaces de imponer el valor del dinero por encima de los intereses nacionales. Y así, los servicios que Milei quiere privatizar también caerán en manos foráneas y será el fin de la soberanía a escala de país, de familia y de seguridad social. Lo peor es que esto no lo explican los medios hegemónicos del continente, porque sería desmontar la manera en que el neoliberalismo está operando en la región desde la década de los 80 y los 90 del siglo XX y que ha provocado el desastre social en todas las latitudes. 

La fórmula menos Estado y más mercado se nos presenta como la salvación de las personas y el núcleo de la libertad. Hay que confiar en que el comercio es capaz de autorregularse sin intervencionismo y los que pierdan la vida como resultado de la “libre” competencia es porque no merecían la pena. El dinero se erige como valor universal para cuantificar si mereces algo o no. Eres un valor de cambio que concurre también a las vitrinas. Serás usado y desechado. Tal es el fenómeno de Milei, permitido por las élites que también en el fondo se alegran de su ascenso. Pero hay otro aspecto quizás aún peor. Y es la reivindicación de la dictadura que hace el partido de La libertad Avanza. No solo se habla de las virtudes de los militares a la hora de gobernar, sino que se niega la cifra de muertos y de desaparecidos. Con eso, el dolor de miles de argentinos es prácticamente nada para los hacedores de la campaña de Javier Milei. Quizás porque en ese periodo comenzó el montaje del sistema de desigualdades y de liberalismo feroz que se consolidó con Ménem en décadas posteriores. De esta forma el sistema se construye su propia narrativa, lava la cara de sus hacedores y silencia a las verdaderas víctimas. Milei no va a entender el dolor de la gente en tanto eso no se traduce en un valor transaccional y mercantil. 

La libertad que él propone y que dice que avanza no es otra cosa que la libertad de mercado que no es capaz de ser equitativa, sino que hace tábula rasa de la gente. 
Cabe preguntarnos qué tan mal lo ha hecho la partidocracia para que aparezca un sujeto como este y se adueñe de la política nacional. Sobre todo, si gana por fin la presidencia, qué tan mal lo van a pasar los más humildes que ahora mismo no pueden pagarse la comida o un techo. Si desaparecen las ayudas, si el Estado se hace débil, si mandan los poderosos, las empresas privadas, el capital extranjero; no habrá país. En una de las entrevistas con la televisión de Buenos Aires, Milei decía que si llega a mandatario no va a comerciar con China, principal socio de medio mundo y taller tecnológico del universo ahora mismo. La irrealidad de las propuestas del ultra liberal pasa por un tamiz en el cual no le importa comprar a sobreprecio en el mercado internacional, por tal de llevar adelante una propuesta filosófica y económica que los mismos pensadores liberales clásicos desestimaron debido a los efectos de ingobernabilidad vistos durante su implementación. 

Es cierto que la Humanidad pareciera tener una memoria corta pues no recuerdan los dolores de la aplicación en medio planeta de las fórmulas liberales más rancias, las cuales desmontaron los Estados de bienestar e impusieron una moral del más fuerte. Ello no solo fue en detrimento del nivel de vida de la gente, sino del propio consumo y a la postre redujo el mercado y la capacidad de compra. El liberalismo es una serpiente que se muerde la cola y que en aras de un poder a corto plazo es capaz de comprometer a generaciones. La inflación, causada por una deuda externa creciente y que los gobiernos tipo Macri no hicieron sino malbaratar, no va a desaparecer con la dolarización. De esta manera la burguesía se propone acabar con la pobreza matando a los pobres de hambre o silenciándolos. Si sale electo Milei habrá un desgaste como no se conoce precedentes en las instituciones argentinas y pudiera sobrevenir el caos debido al shock de las medidas más duras. Difícilmente el Estado desaparecerá en ese ínterin, sino que devendrá en sujeto represor y en sujeción de la rebeldía de la gente. 

Lo que propone el candidato de la ultra derecha es una refundación del país desde las lógicas de las élites. No repartir la riqueza, sino concentrarla en pocas manos locales y extranjeras, cerrar filas frente al avance de las ideas que cuestionan el liberalismo y la desigualdad, establecer mecanismos financieros que entreguen el país definitivamente a los acreedores de la deuda y de esta forma finalizar la agonía del gobierno con una rendición total ante quienes lo han estado sitiando y desmontando desde décadas atrás. Es la propuesta más antinacionalista de todas y sin embargo posee la potencia mediática suficiente para presentarse como renovadora, rebelde, diferente. Todo esto es muy triste, si se evalúa que es el propio voto popular lo que está validando este camino. 

¿Ante el avance de Milei cuál ha sido la respuesta de la clase política? Una campaña con artistas de la industria cultural sin una obra sólida, cuya única validez es poseer likes en las redes sociales. Definitivamente, existe miedo ante un sujeto que reivindica los intereses de los poderosos, de los que son dueños realmente de todo. Pareciera que Milei ahora mismo no posee contrincantes y que su ascenso es inevitable. Ojalá y exista una voluntad popular que despierte al electorado y le dé un vuelvo al asunto. Pero para esto, tendría que haber propuestas de vanguardia que sepan guiar y darle sustento a las aspiraciones de un pueblo cansado de que lo engañen y lo lleven sucesivamente al matadero en nombre de la democracia. 

Milei es un hijo del liberalismo y va a salvar solo al liberalismo, lo terrible es que se le tome como al Robin Hood que no es ni pudiera jamás ser. El león no tiene melena y si la posee es un montaje de cartulina hecho para los platós de televisión.

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