EE.UU.: Huelgas disparan hipocresía

Por vez primera un presidente de Estados Unidos visita y alienta a trabajadores en huelga, y no mucho después un ex mandatario enfrentado a juicio por causas diversas lo hace igual.

Por supuesto, todo obedece a que tratan de mantener y regresar, respectivamente, a la presidencia norteamericana.

Joe Biden siempre ha estado vestido con el ropaje de la comprensión, pero sin cumplir promesas de campaña en todos los sentidos, y Donald Trump es lo más antiobrero que usted pueda imaginar, con el principal objetivo de ascender y mantener ambiciones personales.

Pero lo cierto es que ambos, de una manera u otra, deben estar preocupados por el ascenso del movimiento huelguístico, a pesar de que apenas el 9% de los trabajadores están sindicados, por obra y gracia de la constante colusión entre los representantes gubernamentales, la penetración de la inteligencia y quienes controlan económica y financieramente a Estados Unidos.

Este sábado cesó la huelga de más de 75 000 trabajadores de la salud, quienes recibieron el apoyo de otros sectores también en paro, sobre todo el importante automotriz.

Así, este 2023 se ha convertido en un hito histórico reciente para el reavivamiento del sindicalismo en el país.

Antes de este octubre ya había en curso 900 huelgas en EE.UU. -más de 300 de ellas en California, el estado responsable del 15% del Producto Interno Bruto de la nación.

No hace mucho comentamos la huelga de los actores de Hollywood, en solidaridad con los guionistas, iniciadores del movimiento, para protestar por las condiciones de inequidad en la industria.

La huelga de Hollywood fue la cara más evidente de una acción sindical que viene ganando fuerza en EE.UU., y que este verano ha producido el mayor número de trabajadores dispuestos a cruzarse de brazos en el país en los últimos 50 años.

Entre guionistas, actores y los trabajadores sindicalizados de Hollywood, cerca de 175 000 personas se unieron a la huelga, e incluso se abstuvieron de promover dos películas consideradas las más taquilleras en los últimos tiempos, “Barbie” y “Oppenheimer”.

Por otro lado, los 340 000 empleados de la compañía postal estadounidense UPS estuvieron cerca de declarar un paro total, el cual se pudo evitar gracias a un acuerdo laboral preliminar.

Pero hay tensión en el sindicato metalúrgico United Auto Workers, que mantiene preparados a sus 150 000 miembros para empezar una huelga en caso de que las llamadas Tres Grandes de Detroit (las automotrices Ford, Stellantis y General Motors) no cumplan con los términos acordados para las renovaciones de sus contratos.

CRECE Y CRECE

Compañías tan grandes como Amazon y Starbucks han empezado a ver el surgimiento de movimientos sindicales en sus fuerzas laborales.

La tendencia ya se había registrado en el 2022. Un estudio del centro de estudios Economic Policy Institute reportó un aumento de casi el 50% en el número de trabajadores involucrados en grandes huelgas entre 2021 y el año pasado.

El vigor de estos movimientos reivindicativos de trabajadores -y el miedo que producen sus efectos a los magnates industriales- llevó a Biden, quien se autodenomina “orgullosamente pro-trabajadores”, a apelar al Congreso para desarmar un movimiento que amenazaba con paralizar a 115 000 trabajadores ferroviarios.

En EE.UU., el Congreso tiene el poder de imponer acuerdos laborales e impedir huelgas de algunos servicios esenciales. Biden argumentó que una huelga ferroviaria podría ser catastrófica para la economía del país.

“MANO DE HIERRO” REAGAN

Sin irnos a antiguas épocas, observamos que el auge huelguístico de los ‘70 fue virtualmente nulo en los ’80.
Tal declive se dio bajo el gobierno de Ronald Reagan quien, a su vez, había sido sindicalista durante su carrera como actor.

Un episodio ocurrido en 1981 ejemplifica -y para algunos determina- la fragilidad del movimiento sindical que se mantendría durante las épocas siguientes.

En esa ocasión, Reagan despidió a 11 000 controladores de tráfico aéreo que habían entrado en huelga pidiendo mejoras en sus condiciones de trabajo.

Perdieron el empleo y el sindicato fue destruido. Fue un desastre, y muchos otros empleadores, viendo el modelo Reagan, se dieron cuenta de que podían hacer lo mismo, lo que llevó a una espiral de pérdida de derechos.

De manera sorprendente, el mismo Reagan, autor del que los especialistas consideran el mayor golpe en contra del movimiento sindical de la historia reciente del país, lideró el sindicato de actores de Hollywood, que durante los años 60 llevó a cabo la última gran huelga de la industria antes de la actual.

Pero el modelo Reagan no solo desarmó las tácticas de los sindicatos, sino que también los volvió impopulares.

La tasa de aprobación de la actividad sindical fue disminuyendo gradualmente hasta que, en 2009, menos de la mitad de los estadounidenses la aprobaban.

RESURGIMIENTO

Esa tendencia tuvo un retroceso que coincidió con la velocidad con la que resurgieron las huelgas en la economía estadounidense en los últimos años.

Una encuesta de opinión hecha por Gallup en agosto de 2022 señaló que los sindicatos tenían una aprobación del 71% de la población, su nivel más alto desde 1965.

“El nivel de actividades sindicales que vemos hoy se compara con el que teníamos en los años 70”, le dijo a la British Brodcasting Corporation, Nelson Lichtenstein, director del Centro de Estudios de Trabajo, Empleo y Democracia de la Universidad de California en Santa Bárbara.

“En los años 80 y 90, los sindicatos veían las huelgas como actividades muy peligrosas que podían desembocar en su disolución y creían que era mejor hacer concesiones, una posición más pasiva. Ahora, los sindicatos entraron en un modo ofensivo que no habíamos visto hace mucho, mucho tiempo”, acotó.

Según Liechtenstein, el debilitamiento de los sindicatos durante esas décadas se explica por fenómenos como la globalización, que transfirió empleos de manufactura de EE.UU. a países como México y China; el aumento de empleos en el área de servicios, que históricamente se asocian menos a las actividades sindicales; y las condiciones económicas desfavorables.

Los sindicalistas mismos le dan crédito a la pandemia y a sus efectos sobre los trabajadores para explicar el resurgimiento de las huelgas.

“Durante la COVID, los trabajadores de primera línea hicieron un trabajo increíble. Pero cuando fueron a pedir un aumento, un día libre o licencia de maternidad remunerada, la respuesta de los presidentes de las empresas fue ‘no tenemos recursos para hacer eso”, dice Catherine Feingold, directora internacional de AFL-CIO, la mayor federación sindical de EE.UU.

“Pero, destacó, todos sabemos que el dinero está, porque los presidentes de las empresas en EE.UU. ganan 360% del salario promedio de un trabajador en el país. Los trabajadores están cansados, las cosas tienen que cambiar y el paro es una herramienta poderosa que garantiza que tengan un lugar en la negociación”.

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