Un municipio limpio no se hereda, se construye

Desde hace algún tiempo aprendí que la salud de una comunidad no siempre se mide por estadísticas ni por reportes. Muchas veces se mide en silencio, en lo que miramos todos los días y en lo que decidimos permitir o transformar. Porque la higiene y el saneamiento no son solo tareas son responsabilidad compartida, son respeto a la vida. No hace falta ir lejos para entenderlo, basta con caminar cualquier barrio de nuestro municipio. Ver a niños regresando de la escuela esquivando charcos de agua estancada. Ver a madre y padres protegiendo a su familia mientras pasan por microvertederos que no deberían existir. Ver a un anciano caminando despacio para no tropezar con un desecho tirado en plena acera.
Esas son realidades que conocemos, no son teorías, no son estadísticas, son escenas que vemos todos los días. Y cada una de ellas nos recuerda que lo que descuidamos no desaparece… crece
El saneamiento no es solamente recoger basura o drenar fosas. Es tomar decisiones que protegen. Es evitar que un tanque abierto se convierta en un criadero de mosquitos. Es impedir que la basura llegue a la calle cuando debe quedarse en un latón. Es entender que pequeños descuidos pueden convertirse en grandes problemas y que grandes soluciones comienzan con pequeñas acciones.
A veces pensamos que la responsabilidad solo está en las instituciones. Que comunales, los inspectores y salud publica deben resolverlo todo, pero lo cierto es que ellos tienen que hacer su parte y nosotros la nuestra. Ningún sistema funciona si no lo acompañamos con conciencia. Ninguna solución avanza sino la apoyamos con acciones. La buena noticia es que tenemos algo poderoso a nuestro favor: nadie conoce este municipio mejor que quienes lo vivimos. Sabemos dónde se estanca el agua, donde aparece la basura sin permiso. Y eso nos convierte no solo en testigos sino en protagonistas. Podemos elegir que reflejo queremos para nuestra comunidad. Podemos decidir si crecemos junto al problema o junto a la solución. Porque la higiene comienza en el portal de una casa… pero termina beneficiando a todos. Nuestro municipio es más bonito cuando lo cuidamos. Más seguro, más digno, más sano. Y cuando lo vemos limpio, ordenado, protegido, sentimos algo que no se explica, pero se reconoce: sentimos orgullo.
Hoy no hablo para señalar a nadie. Hablo para recordarnos que la salud no depende de grandes gestos, sino de pequeñas decisiones repetidas todos los días. Y eso está en nuestras manos.
Porque cada vez que recogemos un desecho, cada vez que cerramos un tanque, cada vez que evitamos la creación de un microvertedero, cada vez que pedimos a otro cuidar… estamos diciendo algo sin pronunciarlo: a este lugar lo quiero, a la gente de aquí respeto y la vida de mi comunidad me importa. Y cuando una comunidad entiende esto nada la detiene.
