1984: Un 26 pródigo en obras para Cienfuegos

En cuatro ocasiones, nuestra provincia ha merecido la sede de un acto nacional por el 26 de Julio: primero en 1984; luego en 1992, cuando en una conmemoración desplazada de fecha, el 5 de septiembre de ese año, se rememoró, además del Día de la Rebeldía Nacional, el aniversario 35 del levantamiento armado de Cienfuegos. Siete años después, en 1999, se le distinguió de nuevo con otra designación y ahora la más reciente, en este 2022. Cada una de ellas ha tenido su momento y sus circunstancias.

Es sabido que asumir las actividades centrales por esa fecha en cualquier parte, genera para la provincia escogida una dinámica inversionista que redunda en obras de beneficio económico o social, cuyo alcance está limitado por la coyuntura en la que el país se desenvuelve.

La celebración de esta efemérides aquí hace 38 años, bajo condiciones muy diferentes a las de hoy, aportó a la capital provincial y a sus municipios obras que perduran y continúan demostrando su pertinencia.

LA CIUDAD CRECE AL SUR

La celebración de aquel 26 de Julio de 1984 en Cienfuegos tuvo una especial repercusión en un área de la ciudad conocida como la zona de la Salud, por el número de instituciones del sector que se concentran en ella.

Ese entorno, localizado al sureste de la ciudad, había experimentado ya una vertiginosa transformación a partir de la apertura del hospital provincial clínico quirúrgico docente Doctor Gustavo Aldereguía Lima.

A este centro asistencial, inaugurado por Fidel el 23 de marzo de 1979, se sumó meses después un Politécnico de la Salud (1980), una filial universitaria de Ciencias Médicas, hoy Universidad de Ciencias Médicas Doctor Raúl Dorticós Torrado (1981) y un hogar de impedidos físicos, actual centro sicopedagógico Gregorio Toribio Morgan (1982).

Para facilitar el acceso a todos esos inmuebles, fue necesario añadir una nueva ruta a la red vial de la ciudad: la calle 51A, que respetaba el mismo trayecto de un antiguo callejón que antes comunicaba la Carretera del Junco con el litoral.

Pero tan voluminoso como el patrimonio que exhibe en la superficie, es lo que esta arteria resguarda en el subsuelo, donde redes hidráulicas de diámetros diversos se extienden y bifurcan como venas bajo el asfalto.

En ocasión de celebrarse en Cienfuegos el acto central por el aniversario 31 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el pavimento de la calle 51A debió abrirse hasta la avenida 28, para instalar en ella el primer tramo del colector principal de la ciudad, una de las obras comprometidas por la efemérides.

A partir de esa intersección, el conducto se extiende a lo largo de otros dos kilómetros y medio hasta un sistema de lagunas de oxidación emplazadas en el reparto de Junco Sur, que garantizan el adecuado tratamiento de los residuales antes de su vertimiento en la bahía.

Se trató de un empeño complejo, que requirió acomodar tuberías de hasta un metro de diámetro, a una profundidad de hasta cinco metros en algunos tramos de su recorrido.

Pero esta obra ingeniera no solo benefició a las instituciones ubicadas en aquel momento en el entorno de 51A, sino que sustentó el surgimiento de otras como el banco de sangre Doctor Enrique Silvino Font D´Escoubet (1988) y el telecentro Perlavisión (2000), además de permitir el fomento de una extensa zona residencial todavía en desarrollo.

Fue sin duda una inversión a futuro.

La calle 51A debió abrirse en casi toda su extensión para instalar un tramo del colector principal de la ciudad./Foto: archivo personal del autor.

DE PANTANO A PLAZA

El anuncio de que Cienfuegos había obtenido la sede del acto nacional por el aniversario 31 de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, planteó a la ciudad un problema: la carencia de un espacio adecuado para una concentración multitudinaria, tal como ameritaba esa conmemoración.

La solución más factible estaba en la desecación de una zona baja, aledaña al malecón y conocida como Los Amarillos.

Esta franja había sido en sus orígenes un lagunato donde la marisma, el mangle y el suelo cenagoso limitaban la comunicación entre la ciudad y el reparto de Punta Gorda. Dadas sus características, cuando llovía en abundancia las inundaciones eran frecuentes en sus alrededores.

La primeras iniciativas para rescatar esos terrenos datan de inicios del pasado siglo, cuando junto a la construcción del malecón y de las primeras edificaciones de la zona se drenó parte del terreno, al que a partir de entonces se le conoció como Los Amarillos por el color de los rellenos utilizados.

Como la composición poco firme y húmeda de aquellos suelos impedía en ellos cualquier fabricación, algunas de sus partes se utilizaron como improvisados campos de béisbol y hasta se llegó a habilitar una pista para las operaciones de un pequeño avión que por un módico precio sobrevolaba la ciudad.

La superficie se hizo algo más compacta a partir del traslado a esa área de todo el cieno acumulado a lo largo del malecón como resultado del dragado del puerto.

Fue este el lugar en que se pensó construir la Plaza de la Ciudad, no solo por la coyuntural exigencia de dar cabida a las miles de personas que se darían cita en el acto, sino además porque era un espacio de socialización que Cienfuegos necesitaba.

Un sistema de drenaje mediante canaletas de hormigón prefabricado evita inundaciones en la zona de la Plaza./Foto: archivo personal del autor.

PERO…

Paradójicamente, hubo entonces que enfrentar un problema creado por la aparente garantía que brindaba la compactación del terreno: las continuas inundaciones que la tierra sedimentada provocaba en el entorno. Para resolverlo, se construyó un sistema de drenaje mediante canaletas de hormigón prefabricado.

Las obras abarcaron las calles que delimitan la actual explanada o desembocan en ella, desde la avenida 28 hasta la 32. Varios conductos, cubiertos luego por el pavimento, se extendieron cientos de  metros por las entrañas de la futura Plaza y las calles colindantes.

Estas galerías soterradas evitaron la dispersión del agua e hicieron firme el suelo, al punto de que terrenos hasta entonces inapropiados para la construcción, quedaron poco a poco urbanizados.

Fue así como quedó lista una explanada donde se levantó la tribuna y algunos quioscos para ofertas gastronómicas. Quince años después, en ocasión de obtener de nuevo Cienfuegos la sede del acto central por el Día de la Rebeldía Nacional, en 1999, una nueva inversión dotó a la Plaza de la Ciudad de áreas e instalaciones para usos diversos, tal como hoy las conocemos.

Anchas tuberías esconde el subsuelo de la calle 51A. Al fondo, el Politécnico de la Salud. /Foto: archivo personal del autor.

Además de una solución funcional, que permitió rescatar un espacio antes vapuleado por la naturaleza y por la acción del hombre, la Plaza de Cienfuegos se erige como uno de los ejes principales del futuro desarrollo urbanístico de la ciudad.

La definitiva desecación de Los Amarillos propiciada por aquel proyecto de drenaje, determinó la sustancial transformación de un entorno hoy privilegiado, que comenzó a gestarse a propósito de la celebración en Cienfuegos de las actividades centrales por el 26 de Julio, en 1984.

Una comparación entre el tamaño de los trabajadores y el de los objetos de obra da la medida de la magnitud de esta inversión en la calle 51A./Foto: archivo personal del autor.

SOLO PARA PEATONES

Otra de las obras que marcaron cambios sustanciales en la fisonomía urbana de la Perla del Sur hace 38 años, fue la transformación de la arteria comercial más importante de Cienfuegos en una calle peatonal.

La novedad no radicaba solo en el fin de un protagonismo vehicular que acumulaba más de medio siglo de existencia en la calle de San Fernando. Era este también el segundo bulevar que se construía en Cuba en la etapa revolucionaria después del de San Rafael, en la capital del país.

Otro mérito de esa inversión es la autoría de su propuesta, derivada de la tesis de licenciatura de tres estudiantes cienfuegueros, por entonces recién egresados de la carrera de arquitectura en la Universidad Central de Las Villas: Nelly Rodríguez Varela, Francisco Villalta Galende y Arely Chong Ruiz. Su tutor fue el arquitecto Irán Millán Cuétara, devenido hoy en Conservador de la Ciudad de Cienfuegos.

El bulevar fue terminado en tres etapas. Las dos primeras cuadras en el año 1984, como parte del programa de inversiones previstas en Cienfuegos como saludo a la efemérides del Moncada. Posteriormente se ejecutó la siguiente y en el año 2000 la última, coincidiendo con la apertura del hotel La Unión.

De aquel año en que se inició la construcción del bulevar datan también otras obras sociales cuya utilidad trasciende hasta nuestros días, como la piscina olímpica, ubicada en calle 57 y avenida 48; así como el primero de los edificios de 18 plantas emplazado a la entrada de Cienfuegos y otros que, como parte de un amplio programa de construcción de viviendas, se levantaron en distintos barrios de la ciudad en aquel fructífero 26 de Julio de 1984.

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