Educadores: Gratitud multiplicada

Con el paso de los años, la gratitud que una siente hacia sus maestros se amplía, y hay que abrirles espacio en el sitial del recuerdo y la reverencia, no solo a los que te enseñaron y formaron, sino también a esos otros en cuyas manos pusiste confiada la preparación de tu hijo.

Y en este Día del Educador -aunque no solo hoy-  te acuerdas de la seño del círculo, que te consolaba más a ti que al niño aquellos días primeros de adaptación; también de la maestra que le preparaba ejercicios de más para que no se aburriera en clases, que le inventaba responsabilidades para que se portara bien.

Han pasado décadas y todavía recuerdas aquel abrazo que le viste dando al niño cuando ella no sabía que todavía seguías el matutino del otro lado de la verja, y que te resultó garantía de que tu hijo, también en la escuela, seguía al lado del amor.

 No alcanzarían las flores del mundo para esos maestros de toda la vida; esos cuyos nombres y dos apellidos memorizas al detalle, aunque se haya acumulado desde entonces una montaña de almanaques.

Algunos ya no están, pero tratar de ser personas de bien, personas decentes, además de haber intentado aprovechar sus enseñanzas en lo académico, quizás sea el mejor tributo, el “gracias”  más convincente que pudiera dejárseles en el pizarrón de la vida.

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