Turquía, un país de telenovela
La verdad es que nadie se lo esperaba, pero en los últimos diez años Turquía se ha convertido en uno de los mayores productores de telenovelas del mundo, y en 2020, solo Estados Unidos lo superaba como exportador global de series de ficción televisivas.
Los números son elocuentes: alrededor de 150 producciones turcas han sido vendidas a casi igual cifra de países del mundo. Sobre la audiencia, ¿qué les cuento?: en 600 millones, repartidos por cuatro continentes, se calculan los espectadores que han visto alguno de esos dramatizados.
Pero a usted no pueden sorprenderle estos datos, porque en la tierra de Félix B. Caignet, un público habituado a ver lo bueno y lo mejor en materia de telenovelas, ha quedado rendido ante más de una propuesta de Gold Film o Madd Entertainment, la empresa en la que se fundieron en 2018 dos de las mayores casas productoras turcas, con el fin explícito de conseguir una distribución más amplia de sus materiales.
A las novelas turcas se les conoce como dizi y, entre las más populares en Latinoamérica, están producciones tan diferentes como Hakan, el protector, una serie con mucho de fantasía y misterio; La novia de Estambul, inspirada en una historia de amor real; ¿Qué culpa tiene Fatmagul?, basada en una obra literaria llena de enredos, venganza, y también pasiones. Otras de las preferidas en este lado del planeta son la ficción histórica que, bajo el título El sultán, recrea la época de Soliman, el magnífico, y Pájaro soñador, que se acerca a la comedia.
El sultán
Pájaro soñador
Hakan, el protector
¿Cómo logran engancharnos? Primero, lo de siempre: historias de amor y unos elencos que son la belleza personificada. Algunos expertos consideran que incluso cierta lentitud en la dramaturgia, el regodeo en detalles como miradas, gestos, la música… son elementos que las diferencian del modo de hacer latinoamericano y tienen su cuota de influencia en el éxito rotundo que han alcanzado los turcos.
Pero además, nada de grabación en estudio: las locaciones de las telenovelas turcas nos llevan verdaderamente de viaje por los más increíbles sitios de Estambul, el estrecho de Bósforo… Se rueda en calles y palacetes reales y el resultado final aspira siempre a cierto aire cinematográfico que también tiene su encanto.
Turquía es una nación transcontinental, pues la mayor parte de su territorio pertenece a la zona occidental de Asia, pero hay otro segmento del país que se ubica en la Europa Meridional. Aunque la capital es Ankara, la ciudad más poblada, y posiblemente la más conocida, es, sin dudas, Estambul.
Justo allí, en el estrecho de Bósforo, se conectan, o se dividen, los continentes: se trata de un brazo de agua que recorre treinta kilómetros y delimita las fronteras entre Asia y Europa.
Cuenta la tradición que el rey Byzas pidió consejo al Oráculo de Delfos sobre dónde establecer su nueva ciudad. La respuesta fue: «frente a la tierra de los ciegos». A usted y a mí quizás eso no nos dice mucho ahora mismo, pero a aquel soberano le sirvió como santo y seña para llegar hasta el Bósforo, donde descubrió el maravilloso estuario del Cuerno de Oro, un puerto natural que ha protegido a cuantos se asentaron en Estambul: griegos, romanos, bizantinos y otomanos.
Varios sitios especializados en viajes incluyen a Turquía entre los diez países más turísticos del mundo, y no es raro, si tenemos en cuenta que con un solo pasaje podemos conocer dos culturas diferentes y antiquísimas: Anatolia, también conocida como Turquía asiática, es una de las regiones del mundo que ha permanecido poblada durante más tiempo, y la Tracia Oriental no se queda atrás, con una data de 40 mil años.
Súmele alrededor de veinte sitios declarados Patrimonio de la Humanidad, entre ellos la Basílica de Santa Sofía, que fue inscrita en 1985. La llamada «iglesia de la sagrada sabiduría», que ha sido catedral ortodoxa, mezquita y también museo. Por casi mil años fue considerada la iglesia más grande del mundo. Hasta hoy conserva una belleza impresionante y muchas historias que contar, acumuladas durante quince siglos de existencia. Se dice que el resto de las mezquitas de Estambul fueron construidas a su imagen y semejanza.
A estos atractivos habría que agregar una gastronomía sui géneris gracias a tanta mezcla de influencias, con platos como el bulgur, las albóndigas de res, pasteles de queso de leche de cabra, y el rahat lokum o delicia turca, un dulce tradicional que en quinientos años ha conquistado paladares diversos, desde Napoleón hasta Picasso, quien se dice que lo comía casi a diario. Y un detallito para cerrar: los tulipanes, por más que los asociemos con Holanda, crecieron primero en Turquía.