Casa de la Miel de Cienfuegos: Un caso extraño y amargo

Tal es el reproche diario de quienes acuden a la Casa de la Miel de la ciudad de Cienfuegos en busca del demandado producto, cuando el dependiente esgrime la única respuesta que puede dar: “Lo estamos esperando”.

En ese trance, de extrema paciencia, los asiduos clientes del establecimiento refieren que llevan más de un mes. Ni miel en el inmueble asignado a ella, ni en las tiendas de Artex, donde hasta hace muy poco solía también venderse, con estabilidad y gran aceptación.

Incluso, todo indica que el inicio del actual año, lejos de suponer una mejoría, reserva situaciones más amargas, pues en las últimas dos semanas de enero las ofertas de la susodicha “Casa” se reducen a talco para pies, talco perfumado, jarabe de orégano, melito de orégano, crema suavizante para pies y manos…; y de miel, nada. La gran protagonista, dueña y señora del “domicilio”, continúa brillando por su ausencia. Cuando llega, como hace pocos días que entraron  y se acabaron potes de mil 300 gramos a 145 pesos, la permanencia es efímera. De forma rauda, también es pertinente consignarlo, es vendida en los portales de las casas o en “Revolico”.

Si hablásemos de otros renglones venidos a menos desde hace tiempo, fuera comprensible el bache en la comercialización que golpea al mercado de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Apícola en Cienfuegos. Pero lo insólito de esta circunstancia es que no guarda relación con los volúmenes de miel cosechados en el territorio.

Un reportaje que publicamos el pasado mes de enero dio cuenta sobre los positivos indicadores de la entidad al cierre de 2022, al punto de ubicar a la provincia entre las cuatro que cumplieron los planes comprometidos: casi 630 toneladas, con un rendimiento superior a los 60 kilogramos por colmena que rebasa el promedio del país. Entonces, ¿cómo se explica que logremos una producción mayúscula y la venta sea ahora invisible?

Ramón Martínez Mojena, especialista de la UEB, confirmó al periódico lo que de antemano conocíamos: “Miel hay suficiente para abastecer a Cienfuegos completo”. No obstante, señaló que el problema radica en la transportación, específicamente con la escasa disponibilidad de combustible.

“Nosotros ―dijo― acopiamos la miel, pero es en las plantas de beneficio localizadas en La Habana y Sancti Spíritus donde se procesa industrialmente, y luego vuelve otra vez a Cienfuegos. Por eso, cuando nos preguntan por qué faltan los formatos de miel polifloral de 340, 500 y  mil 300 gramos ―los más solicitados por las personas— sale a relucir el hecho de que no contamos con un lugar para asumir el envasado y los otros requerimientos fabriles”.

La presunta contingencia con el combustible agrava el panorama, pues ya la UEB Apícola ha pagado tres envíos y, al igual que sus clientes, permanece a la espera de la miel que ella misma produce. Si las dinámicas de nuestra economía no resultaran tan excepcionales —diana permanente de carencias―, poco habría que cuestionar al respecto, pero, así como se manifiesta, uno no puede dejar de repetirse: ¿hasta cuándo?

Ser una empresa estatal socialista eficiente pasa por cerrar ciclos productivos que la robustezcan y limiten su dependencia de terceros. Cienfuegos, enclave referente de la cosecha de miel en Cuba, necesita proyectarse en la creación de su planta de beneficio. Esto, además de repercutir favorablemente en la salud económica de la entidad, cortará de raíz el absurdo de tener que recurrir a actores ajenos y distantes para distribuir y comercializar una producción local.

De conformarnos o resistirnos al cambio, seguiremos asistiendo a la condena de estas crisis reiteradas que, a la larga, no solo se traducen en la distorsión de un establecimiento pensado para vender miel y que hoy expende talco y crema, sino ―y todavía más preocupante— en el desestímulo de los apicultores.

Cuando en junio de 2021 quedó inaugurada la Casa de la Miel en Cienfuegos, a nadie seguro le pasó por la cabeza que un año y siete meses después su realidad fuese el desabastecimiento. Para colmo, sin razones sustantivas ni entendibles, porque miel de abejas sobra para volverla a habitar.

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