Historias ocultas en pequeños altares del camino
Muchas veces vamos tan apresurados y con tantas ganas de llegar a nuestros destinos mientras viajamos, que pasamos por alto algunos detalles que podrían resultar interesantes durante cada recorrido.
Así puede sucederle cuando usted viaja, por ejemplo, hasta el Parque Natural El Nicho, en el municipio de Cumanayagua, desde la carretera que une a ese paraje con el asentamiento de Entronque de Minas. Por allí, en los linderos, justo a la derecha de la vía, existe un pequeño monumento que honra a Pedro Cruz Rodríguez, hijo cumanayagüense nacido el 18 de enero de 1927 hasta el 25 de julio de 1965, fecha en la que falleció víctima de un fatal accidente de tránsito justo donde está el mencionado sitial.
Cruz Rodríguez es uno de los tantos héroes que permanecen en el anonimato de las historias locales cienfuegueras, pero que desempeñó un papel clave en la lucha contra bandidos del Escambray. Mártir de la Revolución Cubana, su figura se vinculó desde muy temprana edad a las gestas cubanas de finales de la década del 40 del pasado siglo.
Su rol estuvo muy ligado al Partido Socialista Popular y en la guerra por la liberación del 59, sirvió de enlace como mensajero en la zona de Crucecitas junto al guerrillero villaclareño Víctor Bordón Machado, para la toma de Cumanayagua.
Al morir, en julio de 1965, ocupaba el cargo de presidente de la Cooperativa “Jorge Reyes Cruz”. Pérdida funesta cuando se preparaba como jefe del contingente que acudiría a la gran concentración programada en la ciudad de Santa Clara, para conmemorar allí la fecha histórica del 26 de Julio. Desgraciadamente, el camión que capitaneaba se volcó en la bajada de la Mina Carlota y no pudo participar en la magna cita, al igual que muchos de sus compañeros y amigos del batallón, algunos de ellos inseparables cofrades de lucha como Orencio Quintana y José Cruz.
No solo dicho tramo de la bella carretera rodeada por lomas está signado por la desgracia. También muy cerca del puente donde está el río que da nombre al balneario natural, hay una historia oculta bastante desconocida.
A pocos metros, entre la maleza, se alza un monolito pequeño donde se lee apenas el nombre de Onelio Carballo Artola, un joven que nació en noviembre de 1940 en aquella serranía. Hijo de Amadeo Carballo y Modesta Artola, ambos campesinos caficultores, se uniría muy pronto a las filas de las fuerzas rebeldes de la zona bajo las órdenes del reconocido combatiente villaclareño Anastasio Cárdenas. Su misión –como buen conocedor de la geografía montañosa– consistía en establecer la conexión mediante el envío de mensajes entre los líderes locales.
En uno de dichos trances, con solo 18 años, sufrió un accidente y cayó al río anteriormente citado, justo cuando las aguas estaban turbulentas por las incesantes lluvias ocurridas en días anteriores. No obstante al desafortunado suceso, su padre insistió una y otra vez en vida, que su hijo había sido foco de una emboscada. Amadeo tenía esa amarga certeza a partir de las fuertes contusiones en la cabeza que poseía el cadáver del hijo cuando fue hallado en las aguas.
Jamás pudo el progenitor comprobar sus conjeturas, y permanecen hoy como otro de los enigmas que circulan en aquellas montañas, o pudiéramos asumir del mismo modo, que figuran dentro del imaginario y los relatos contados por las personas más longevas a sus nietos.