Vuelta a las aulas: Peripecias y anhelos por una causa noble

“Menos mal que la mochila y los zapatos de Kevin del curso pasado están buenos todavía. El merendero está bastante cuidado también, pero lleva dos cursos, desde la covid. Vi este en Facebook y me encantó. Deja que él lo vea, porque pensaba que no iba a llevar nada nuevo a la escuela el lunes”, le dice Laura a la vendedora, después de pagar 2 500 pesos por un juego de merendero, pomo y pozuelo, el sábado pasado.

Laura es auxiliar de limpieza de la primaria donde su niño va a comenzar tercer grado.

En la esquina de su casa vive Juana Amelia, que terminó de arreglar las piezas del uniforme de secundaria de su nieta hace una semana, después de que Mayita, su hija, se pasara un día entero en la cola para adquirirlas. “Tuve que hacerlas prácticamente nuevas, porque la niña es delgadita, y mi hija alcanzó solo tallas grandes. Suerte que una amiga me vendió a buen precio algunas sayas y blusas que le quedan pintadas. Con eso ya tiene para la semana”, dice aliviada.

Lázaro es el padre delegado del aula de su hija. Como es muy voluntarioso y siempre está vinculado a las actividades de la escuela, la profesora guía lo invitó a que ayudara a pintar el preuniversitario. Para allá fue con otros padres, profesores y estudiantes, y, con la ayuda de cada uno, el viernes pasado estaba, como dice él, “todo en talla”.

Tres días más tarde, justo hoy, van Oscar y Denise para La Habana, con comida, utensilios de limpieza y electrodomésticos. Lograron que la dueña del alquiler de su hija les dejara quedarse hasta diciembre a ella y otras dos compañeras que también son del interior y estudian en la Universidad de La Habana. La beca les queda en el reparto Bahía y, con el transporte tan malo como está, prefieren quedarse aquí, en Centro Habana.

Ocurren cosas nuevas en septiembre

Con cada vuelta a la escuela hay algo diferente. Ningún aula es igual, ningún año lo es. En cada recomienzo hay algo novedoso, hasta para los profesores.

Desde los más jóvenes hasta los experimentados, los nervios son comunes por estas fechas en quienes tienen la misión de enseñar lo que saben y aprender lo que aún no dominan, para ser cada día un poquito mejores frente al aula.

El oficio les ha mostrado que cada grupo es un libro en espera de ser abierto, una prueba de paciencia, crecimiento y amor. Tienen los mismos problemas que cualquier adulto, y sostienen el reto de abstraerse, para educar y guiar.

No cualquiera es profesor en estos tiempos, cuando la tentación de ganar mejor en otros sectores y las necesidades económicas llevan a muchos a cambiar de trabajo. Los que están hoy recibiendo a sus hijos en la puerta del colegio y no se rinden con el paso de los años son, en buena medida, muestra de perseverancia, resiliencia y entrega. Entrega a la profesión y a las nuevas generaciones que vuelven este lunes a las aulas, para dar vida a las escuelas.

¿Qué decir de los estudiantes, el alma de este proceso?

Unos comienzan hoy el nuevo curso escolar, otros lo reanudan. Unos van con más ganas que otros a “ponerles seso a los libros”. Todos, o casi todos, llevan la ilusión de reencontrarse con los amigos y profes queridos. Hay quienes apenas disimulan los nervios de conocer nuevos compañeros, maestros y escuelas.

Quienes transitan por una licenciatura o ingeniería entran con ganas de terminar un año que quedó a medias, o locos por salir de la tesis o la prueba estatal, para al fin graduarse y empezar a aportar a la economía de la casa. Pero una parte de ellos no quiere que pase el tiempo. Saben que nada se compara con la vida de estudiantes: la libertad, las amistades, las fiestas, la juventud.

Y tienen algo de razón. Dichoso el tiempo en que mente y cuerpo desarrollan, como actividad social principal, nutrirse de conocimientos en un aula. Dichosos los hijos de familias sacrificadas que, por ahora, solo deben enfocarse en estudiar.

Ojalá nunca olviden a sus escuelas, maestros, compañeros; pero, sobre todo, el esfuerzo de quienes menos se habla en materia educativa y resultan muchas veces los impulsores de estas historias: la familia. Las madres, padres, abuelos, tíos que compran artículos escolares, aunque la economía esté más apretada que antes. Entre tantas obligaciones, arreglan uniformes, apoyan a la escuela, inventan una merienda cada día o tienen como misión que sus hijos terminen la universidad, aunque eso implique los sacrificios que solo saben quienes lo experimentan.

Si algún familiar te acompaña hoy a la escuela, agradécele a él y a la vida. Considérate afortunado de estar en el mejor lugar, el más seguro, el idóneo para ti, estudiante. Feliz vuelta a las aulas. Disfruta y aprovecha. Este es tu tiempo y no se repite.

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