El Che de la Plaza: como un imán que esparce luz

“Son los sueños todavía, los que tiran de la gente
Como un imán que los une cada día…” (**)

El escenario: uno de los primeros días de octubre de este año, crisis económica global, conflictos, pospandemia, bloqueo reforzado y en la Plaza de la Revolución de La Habana, algunos turistas sortean el sol del mediodía para dejar constancia con cámaras y teléfonos una foto cerca del Che.

-¿De dónde son?

-Chile, venimos de Chile, responden dos muchachas y un hombre mayor sonriente.

-¿Por qué se retratan con el Che?

-Porque es la historia, es la historia…

Y pienso rápido en el Caballero Bayardo, de la Canción antigua a Che Guevara, de Mirta Aguirre, y siente una un escalofrío porque el relieve escultórico del Guerrillero, majestuoso, une cada día a mucha gente que solo llega al emblemático sitio para llevarlo de alguna manera consigo.
   
Cuando digo a las chilenas que me acompaña Enrique Ávila, el autor de la obra, y del Camilo a su lado, con sombrero y mirada pícara se lanzaron sobre el artista para felicitarle, abrazarle y agradecer por esa pieza icónica; así ha ocurrido en otros momentos, y seguramente se repetirá,  cuando algún guía turístico descubra al pintor, escultor, diseñador y profesor andando la Plaza.

Enrique, el artista, el hombre

Enrique Ávila González (Holguín 1952) recibe al equipo de la Agencia Cubana de Noticias en su casa del reparto Kholy, en la capital de la Isla, una llamada previa concertó la cita para hablar del Che de la Plaza de la Revolución, a 30 años de quedar emplazado en el lugar donde los cubanos han acudido en innumerables ocasiones para celebrar, o llorar, pero juntos.
   
Casi un año tardó Ávila en dar forma a las planchas de acero, las que aparecían, porque era pleno Período Especial y su proyecto fue seleccionado entre casi una veintena en un concurso para perpetuar la imagen del Comandante Guevara  en el edificio del Ministerio del Interior, donde tuvo su oficina.
   
Enrique habla pausado, gesticula poco y es excelente comunicador. Como en una cinta cinematográfica pasa por su memoria aquellos días de intenso trabajo y celebra y reconoce a Román Acosta, un pailero que es artista, porque supo en el acero interpretar los planos como verdadero ingeniero o arquitecto.

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Sentado en un sofá confortable y rodeado de sus pinturas, retrocede en el tiempo:
   
“Yo había hecho ya varias esculturas por todo el país. Antes del Che trabajé en la de los hermanos Saíz que está frente a la universidad de Pinar del Río, también una de los hermanos Martínez Tamayo en la escuela del Ministerio del Interior. Al Che lo había hecho en un cubo que se encuentra a la entrada de la ciudad de Holguín, con la foto de Korda. Ya me había arriesgado con el Che porque siempre la foto de Korda me impresionaba, realmente es una imagen icónica.
   
“Me invitaron al concurso, vine a La Habana vi la pared y me asombré, un poco que le cogí miedo. Cuarenta metros de alto por veinte de ancho, está bastante grande. Empecé a trabajar en Holguín y a preguntarme: ¿de qué lo hago? Esa es la parte más difícil, para mí lo más difícil fue intentarlo; hice mucho, pero mucho boceto tratando de ver con qué.
   
“Por fin me arriesgué y como lo que más conozco es el acero y el acero viene bien con el carácter del Che, es decir yo no me imagino un Che de  aluminio ¿no?  o de arena, y me decidí por el acero.
   
“Me surge la idea de hacer un dibujo, porque en las artes plásticas es lo más sencillo que hay y en la arquitectura, y yo decía bueno si hago un dibujo del Che tengo la pared de fondo, es como el papel en la pared.

   
“Pero sería un dibujo tridimensional y eso tiene que ver. Casualmente, el dibujo es lo más austero que hay en las artes plásticas, para mí el Che era una de las personas más austeras por lo que ya conocemos… Ahora había un problema, por detrás del edificio pasa un elevador justamente donde va y eso NO aguantaba lo que pesaba, y es donde pongo las columnas, esas son las que soportan las 16 toneladas que pesa el rostro, y no la pared”.
   
Enrique explica que fue seleccionado su proyecto entre casi una veintena, y se refiere al detalle de que la estrella en la gorra del Guerrillero mide dos metros, y esa es la longitud que lo separa de la pared. Recuerda que desde 1967 siempre hubo un Che allí en el edificio; pero no era perdurable, por eso decidieron convocar a los artistas para colocar una obra que permaneciera en el tiempo.
   
“Aunque alguien dijo que esta sería provisional, cuando comunicaron que mi proyecto era el ganador tuve detractores; pero este 8 de octubre cumple tres décadas.

La repercusión, la historia, Cuba
   
Pinturas de Enrique andan por el mundo en colecciones privadas y públicas. Cristina Fernández  llevó una y la colocó en la Casa Rosada, en Buenos Aires, adoptó la idea y mandó a levantar un relieve escultórico
de Evita Perón.
   
“Que Obama quisiera tirarse una foto con el Che, eso fue viral en todo Estados Unidos; todavía vienen norteamericanos a mi casa, en grupos, y quieren tirarse la foto donde mismo se la hizo el expresidente, ahí también conocen a Camilo, les cuento la historia, es Cuba.
   
“En un popular programa de participación en Estados Unidos, que ven millones de personas, pasaron la imagen para que identificaran en qué lugar del mundo estaba enclavada y enseguida respondieron que en La Habana, eso es estimulante, igual vienen muchas personas de todas partes del planeta a fotografiarse allí…
   
“Un importante crítico de arte de la Universidad de Oxford, en un libro de íconos universales, incluyó al Che de la Plaza, te da idea de que hiciste algo muy importante, y si está unido a la foto de Korda…
   
“Fui  a su casa un día y le pedí permiso para utilizar su foto, lo llevé a la Plaza, nos hicimos amigos y luego cuando estuvo la escultura un periodista portugués nos hizo una foto que recorrió Europa, son
anécdotas, tengo muchas.

Una luz para expresar
   
No alcanzarían las cuartillas, ni el espacio para describir y escribir todo lo que cuenta el artista, muy pausado, sin la mínima presunción, consciente de que esa obra inmensa, junto a Camilo, y a Juan Almeida, que en la pared del Teatro Heredia parece que sale a caminar diariamente por las calles de su Santiago de Cuba, pertenece a todos los que la admiran y agradecen.

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Como buen profesor de diseño y diseñador escenográfico Enrique maneja muy bien el volumen, lo tridimensional, y en ello la luz juega un papel importante.
   
“Cuando vemos las pinturas antiguas los Santos tienen como una luz, como que es algo bueno, y en estos casos esta es una luz para que el ejemplo de ellos, que es bueno también, nos ilumine el camino.
   
“Tiene que ver con la aureola de los Santos, es el ejemplo a seguir, porque estos hombres, son humanos, pero dejan de ser normales cuando hacen una obra como la del Che o la de Camilo.
   
“Técnicamente al tener el fondo iluminado contrasta con la línea negra de la figura y es más impactante, podemos verlo mejor, no es nada más para iluminar, es para expresar, es mítico”.
   
Detenido frente al relieve escultórico del Che Guevara, Enrique sabe que necesita ya una reparación para evitar que el óxido haga daño, que a veces faltan luces y hay que renovar porque las aves pican los cables de las luminarias led, que por detrás del acero pasan inadvertidas ante la vista de las miles de personas que llegan a llevarse al ícono; pero son detalles ante la dimensión de la obra.
    
Ahí está el Guerrillero Heroico, desafiando los tiempos, orientando el camino, con la estrella de siempre, como un imán que esparce la luz.

(**) Fragmento de la canción Son los sueños todavía, de Gerardo Alfonso

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