EDITORIAL: COP28, entre promesas y desafíos
La Organización de las Naciones Unidas, ONU, lo ha expresado en varios comunicados: La COP28, la conferencia sobre el cambio climático de la ONU de este año, es una oportunidad crucial para tomar el rumbo correcto y acelerar la acción para afrontar la crisis climática, teniendo en cuenta los récords de las temperaturas a nivel mundial y los fenómenos temporales extremos que afectan a la población del planeta.
En la actual cita, que tiene lugar en Dubai, se ha hecho balance del progreso establecido por el Acuerdo de París (tratado climático histórico firmado en 2015) y se traza el plan de acción para reducir las emisiones de forma drástica y proteger vidas y sustentos.
Sin embargo, hay más promesas que resultados concretos.
La ONU ha advertido que para mantener un clima soportable, se debe reducir cuanto antes la producción de carbón, petróleo y gas y triplicar la capacidad de energía renovable (eólica, solar, hidráulica y geotérmica) para el año 2030.
En el inicio de la cuarta jornada de la conferencia este domingo, António Guterres declaró: “La industria de los combustibles fósiles empieza por fin a despertar, pero las promesas hechas se quedan claramente cortas”.
El máximo responsable de la ONU hizo esa afirmación en reacción al compromiso anunciado el sábado por varias grandes empresas petroleras y gasísticas de reducir las fugas de metano de sus oleoductos de aquí al año 2030.
Guterres afirmó que se trata de un “paso en la buena dirección”, pero observó que la promesa no aborda una cuestión fundamental: la eliminación de las emisiones derivadas del consumo de combustibles fósiles.
En su intervención ante el foro, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel afirmó: “La ciencia nos ha advertido de forma reiterada sobre las consecuencias catastróficas del incremento de la temperatura a nivel global. Ignorarla, sería el error más costoso de la especie humana.
“Revertir esta situación es, claramente, tarea de todos, pero solo las naciones desarrolladas están en condiciones de alcanzar las reducciones más ambiciosas de sus emisiones y apoyar con medios de implementación las acciones del Sur”.
Está claro: la responsabilidad es compartida y las consecuencias de la inacción las sufrirán todos. Pero se precisa de un compromiso mayor de los países más desarrollados.
Las promesas no están a la altura de los desafíos.