Milei: Desguazando a Argentina

Pienso que el senador de lamentable origen cubano Marco Rubio se debe estar muriendo de envidia al observar lo unidos que están Donald Trump y Javier Milei, el mandatario argentino electo erróneamente, quien trata de seguir los pasos de su ídolo republicano, favorito para regresar a la Presidencia de Estados Unidos.

Cuenta AP que después de reunirse con funcionarios del gobierno de Joe Biden en Buenos Aires, Trump y Milei fueron los principales oradores para cerrar la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) en las afueras de Washington. En su saludo tras bambalinas, captado en un video publicado por un miembro del equipo de campaña de Trump, Milei gritó “¡Presidente!”, y atrajo a Trump para abrazarlo antes de fotografiarse juntos.

Trump, tras el abrazo efusivo, exhortó a Milei a que hiciera nuevamente grande a Argentina, algo que el susodicho está haciendo a su manera, ponderando a la era hiperendeudora macrista, haciendo pasar hambre a millones de argentinos -muchos de los cuales votaron por él-, eliminando instituciones defensoras de derechos humanos y hasta golpeando a la agrupación Madres de la Plaza de Mayo, dedicada a recuperar seres queridos birlados por la dictadura militar.

En lo externo, Milei ha seguido paso a paso el apoyo a la política de Estados Unidos, con su tácito beneplácito al genocidio sionista en la Franja de Gaza y su abierta hostilidad a la respuesta rusa a la agresión de Occidente utilizando a Ucrania.

Pese al rechazo parlamentario a un plan de austeridad, desde que asumió el 10 de diciembre del 2023, Milei despidió a 30 000 empleados del Estado y no renovó otros 10 000 contratos, además de paralizar las obras públicas que financia la administración nacional en todo el país en aras de achicar el gasto público.

El cierre del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo de Argentina (Inadi), encendió las alarmas sobre la imposición fáctica del mito de la nación blanca descendiente de europeos, ampliamente instalado en la sociedad, condenando a la periferia a los afrodescendientes, indígenas y no blancos en general.

El pretexto de recortar gastos asociados a instituciones donde, supuestamente, habrían reinado el despilfarro y la corrupción, resulta inquietante, porque desplaza el papel del Estado en el combate contra el racismo estructural y otras formas de discriminación en favor de la gestión individual del asunto, cuando claramente se trata de un problema complejo, que a menudo se cruza con la naturalización.

No obstante, esta política es consistente con el punto de vista racista de Milei sobre las reivindicaciones identitarias y la lucha contra la discriminación, que inscribe dentro de la categoría “marxismo cultural”, un paraguas amplio que cobija a toda forma de reivindicación social promovida incluso por sectores liberales.

A este respecto, vale la pena recordar que, en mayo del 2022, cuando ya había anunciado su interés en competir por la primera magistratura de su país, el ahora mandatario anunció que eliminaría el Ministerio de la Mujer –y lo hizo–, al tiempo que recalcó que no tenía que pedir disculpas por ser un hombre blanco de ojos azules, expresiones que fueron tachadas de misóginas y racistas.

“Yo, por ser rubio, de ojos celestes, hombre, no voy a estar pidiendo perdón por tener pene. No tengo por qué sentir vergüenza por ser un hombre blanco, rubio, de ojos celestes. No le voy a conceder nada al marxismo cultural”, afirmó, citó Reuters.

Esta matriz analítica, bajo el pretexto de una severa disciplina fiscal para cumplir los compromisos adquiridos con el Fondo Monetario Internacional, se corresponde con la puesta en obra de una visión de la sociedad falsamente igualitaria en términos de oportunidades y derechos, en la que se dejan de lado asuntos reconocidos hasta ahora por el Estado argentino como estructurales y que, para superarse, ameritan de su compromiso y atención.

En este contexto, la agencia informativa alemana Deutsche Welle fue la primera en anunciar que Milei decidió el sábado sacar de TV Pública, el canal de televisión del Estado argentino, un programa que desde el 2008 hacía la Asociación Madres de Plaza de Mayo, cuyas integrantes han reclamado históricamente por las personas desaparecidas durante la última dictadura militar en Argentina (1976-1983).

La organización dijo no estar sorprendida por la acción pues el gobierno de Javier Milei “ha manifestado su intención de destruir los medios públicos”.

“Lamentamos el grosero error de cálculo de Milei: si piensa que por sacarnos del aire acabará con nuestra lucha, se equivoca largamente. Seguiremos en la Plaza de Mayo y veremos terminar su maldito gobierno”, asegura.

MORIR SOÑANDO

Lo más interesante es que medios derechistas argentinos como La Nación y Clarín, y el español El País muestran su preocupación por el cariz de los acontecimientos en Argentina, la negación oficial de no subvencionar los comedores para los trabajadores y gente muy necesitada, así como la pérdida de gran parte de la popularidad que llevó a Milei a la Presidencia.

El tema no preocupa solo a los opositores, sino que ya se discute abiertamente entre los oficialistas, ya que las más recientes encuestas muestran los estragos que está provocando su política económica.

La pobreza en enero era del 57%, y la cuestión se agrava, porque los salarios no se mueven y los precios de los alimentos vuelan, así como las tarifas, los alquileres, el transporte y los colegios. 

“Nunca, ni en el 2001, hubo tantos remates de pymes, comercios de lo que te imagines, todos cerrando y rematando lo que tienen. Para mí la clave es ¿el humor social aguanta o no aguanta?”, escupe casi sin respirar nada menos que el derechista Eduardo Feinmann desde su poltrona en La Nación.

Milei se vanagloria de que nadie en la historia argentina hizo un ajuste tan rápido y tan profundo. Tiene razón. Seguramente eso explica el comportamiento también inédito de la opinión pública. Según muestra el “Panorama nacional de febrero”, de la consultora Zubán Córdoba, toda la primera línea del gobierno se ha “negativizado”. En otras palabras, tienen más imagen negativa (55%) que positiva (44,6%). En el caso de Mauricio Macri, el mismo proceso demoró dos años y en el de Alberto Fernández uno, en plena pandemia. Eso se explica por la profundidad del ajuste.

Y es que el 80% de los encuestados asegura que “el ajuste de Milei lo está pagando la gente”, un porcentaje que, por supuesto, incluye a la mayoría de los que aún se resisten a abandonar toda esperanza en el flamante presidente. Habrá que ver cuántos de ellos mantendrán flecos de esa fe después de pagar los aumentos de tarifas, colegios, prepagas, combustibles y alimentos que los esperan en marzo y abril.

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