La yutong “desorientada” y el buen samaritano
Para la población nacional resulta especialmente útil y económico utilizar los servicios de la Empresa de Ómnibus Nacionales (EON), si tenemos en consideración los elevadísimos precios que cobra el transporte privado para llegar de una provincia a otra en la actualidad. Incluso, hoy es muy popular a partir del uso de la aplicación cubana Viajando, que permite realizar la compra de los pasajes disponibles, desde la comodidad del hogar las 24 horas del día, durante todo el año.
Sin embargo, algunos elementos atentan contra estos servicios mientras se realizan los traslados interprovinciales. En cada territorio, probablemente existan diferentes criterios al respecto, pero en el caso de los ómnibus pertenecientes a Cienfuegos —que se identifican fácilmente por el dígito 29 en sus numeraciones—, está ocurriendo algo incorrecto.
“Desde hace rato esta guagua siempre para en el mismo lugar. Ahí en ese timbiriche de mala muerte de Jagüey Grande no hay ni dónde sentarse, carece de luz y el baño no tiene condiciones, pero aun así, te cobran cinco pesos por usarlo”, asegura Sixto López, un adulto mayor que con frecuencia utiliza la ruta Habana-Cienfuegos, con salida de la capital a las 4:15 de la tarde, y que pasa por Santa Isabel de las Lajas, su pueblo natal.
Al parecer, otros usuarios de la EON han planteado varias quejas, sobre todo en las redes, acerca del lugar oficial donde deben detenerse estas guaguas durante diez o quince minutos de parada para descansar e ir al baño, en un viaje que dura aproximadamente cuatro horas hasta la Perla del Sur.
Los paradores, popularmente conocidos como Conejitos; el de Nueva Paz, en Mayabeque y el de Aguada de Pasajeros, en nuestra provincia, parecen no existir para los choferes de las “yutones” en la actualidad. Si bien en dichos lugares los precios de los alimentos (panes con jamón, refrescos, dulces, etc.) se han disparado hasta ser irrisorios, son los enclaves adecuados (con luminosidad, teléfonos públicos, baños limpios) para que los viajeros puedan no solo estirar las piernas.
“Yo, y varios de los que venían conmigo, vimos al chofer y al copiloto entrar por detrás del establecimiento. Estoy seguro de que tienen un trapicheo con los vendedores del lugar y por eso paran las guaguas ahí, porque les dan comida gratis y sabrá Dios qué cosas más”, afirma el anciano, quien no pocas veces —nos dice—, ha tenido que comprar refrescos y panes de pésima calidad en el mencionado punto, justo en la entrada del pueblo de Jagüey Grande.
El asunto de la desfachatez de algunos choferes va más allá, los cuales, cuando los ómnibus no van completamente llenos —haciéndose pasar por buenos samaritanos—, cobran a las personas que hacen botella en la autopista, mucho más de 280 CUP, que es lo que cuesta el pasaje más caro entre Guantánamo y La Habana.
Cualquiera que se monte en uno de estos carros dentro del territorio de Cienfuegos hasta La Habana, tendrá que darle al chofer más del doble de lo que cuesta el tramo Habana-Cienfuegos o Habana-Villa Clara, 75 CUP y 80 CUP, respectivamente.
Debemos decir también, que en este río de aguas turbias se benefician no solo las faltriqueras de los choferes de la EON, sino además las de aquellos que pertenecen al Servicio de Ómnibus Transtur. Ellos, haciéndoles un “favor” a los necesitados de la autopista, obran al mismo tiempo con la estafa y quedan como perfectos devotos del oportunismo, recaudando un dinero que excede muchas veces los 3 mil pesos desde provincias orientales como Holguín o Granma.
Algunos dirán que todos salen ganando en esta aventura de carretera, puesto que los que se hallan “botados” logran llegar a sus destinos de manera segura. Pero no se engañe; de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. Exija sus derechos, denuncie si es necesario. Al final, esas guaguas pertenecen al Estado y ningún chofer debería lucrar con ello.