Lenguaje hipnótico
Cada vez que me asomo a las redes (anti)sociales, me convenzo más que para lograr la victoria en el campo de las ideas, los mejores proyectiles se encuentran en el lenguaje que utilicemos, pues si esgrimimos el mismo lenguaje del enemigo, el tiro puede salirnos por la culata y pereceremos en el intento. Es por eso que tratar de defender lo que consideramos una idea justa utilizando las mismas frases e idioma de las fuerzas dominantes capitalistas que imperan en el mundo, es gastar pólvora en vano. No podemos pasar por alto que entre el lenguaje y la sociedad, entre la lengua y el pensamiento, existe una unidad dialéctica indisoluble. Al respecto, siempre recuerdo al sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien afirmaba que “el capitalismo gana la batalla política porque ganó la batalla cultural e ideológica”.
Pero no pocas veces en esa trampa caemos, y hasta el mejor escribano echa un borrón. Como botón de muestra mencionaré dos vocablos que se utilizan mucho: “norteamericanos” o “americanos” para referirnos a los estadounidenses. En el caso de los “norteamericanos”, al utilizar dicho vocablo, se excluye a los canadienses y mexicanos, así de sencilla es la argumentación. Sobre los “americanos”, nos excluye a todos: desde el Río Bravo, pasando por Centroamérica y el Caribe, hasta llegar a la Patagonia y la Tierra del Fuego. Esa que Martí llamó Nuestra América tan acertadamente. Por supuesto que eso no queda ahí ni es tan sencillo como lo anterior. Aceptarlo conlleva a que accedamos, desde el subconsciente, que somos súbditos del mismo imperio. Ha sido tan mal manejado que el ex presidente de Perú Pedro Castillo, queriendo decir una cosa dijo otra. Ocurrió durante el cierre de su discurso inaugural en el seno de la IX Cumbre de Las Américas en EE.UU. el pasado año, cuando parafraseó una frase que hasta los niños de primaria saben que se encuentra ligada a la injerencia estadounidense en la región. Con tantas máximas que existen de próceres latinoamericanos llamando a la unidad y Pedro se apeó con la mismísima Doctrina Monroe de “América para los americanos”. No es un secreto que sabiendo la posición de Castillo (maestro de escuela y líder sindical de izquierda devenido presidente), parece que desconocía la connotación de la dichosa frase, por lo que subestimó “al gigante que lleva siete leguas y le puede poner la bota encima”, al decir de José Martí en Nuestra América.
Paradójicamente, Pedro Castillo se encuentra actualmente preso y su lugar lo ocupa la señora Dina Boluarte (una Jeanine Áñez mejor producida en la fábrica de golpistas de “los americanos”). El problema es que a Castillo la derecha en el Congreso no lo perdona por su origen, como no perdona la derecha boliviana al indio Evo Morales o la oligarquía venezolana al mulato Hugo Chávez ni al busetero Nicolás Maduro. Ahora lo acusan de presunta rebelión y conspiración (vocablos que ha manipulado burdamente la derecha acólita a “los americanos” junto con el de “rostro totalitario del populismo”), lo cual él ha rechazado: “Jamás he cometido el delito de rebelión, no me he levantado en armas. Tampoco he llamado a levantarse en armas a nadie; pero sí debo decir que quien sí se levantó en armas para acabar con la vida de más de 30 peruanos es el actual gobierno”. Este pudiera ser bien un digno pasaje del libro de Eduardo Galeano Patas Arriba: La Escuela Del Mundo Al Revés.
Lo mismo ocurre con el intento de generalizar el uso del llamado lenguaje inclusivo. Me refiero a este porque, recientemente, mientras trataba de leer un artículo en un diario digital de un hermano país sudamericano ¡por poco me vuelvo loco! En aquel campea por su respeto un lenguaje que dice ser inclusivo en cuanto al género y que, según los promotores, persigue la manera de expresarse oralmente y por escrito sin discriminar a un sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género. Sin embargo, los que nos venden este idiomano abordan en ninguna parte la necesidad de transformar las causas que dan lugar a la exclusión y a la discriminación de la mujer en la sociedad capitalista. Así las cosas, nos ofrecen que el uso del masculino genérico en el lenguaje es excluyente y que los pronombres personales que debemos utilizar son: Yo, tú, elle, nosotres, vosotres, elles. De la misma manera proponen utilizar y utilizan ya, fórmulas como “la miembra”, “lxs niñxs”, “l@s niñ@s” o “les niñes”.
Son los mismos medios que persiguen crear el campo fértil en el que se acepta con sumisión que (según Gender, Institutions and Development Data base) en 2019, el 16 por ciento de las adolescentes de quince a 19 años fueron casadas antes de cumplir los 18 años, frente al 19 por ciento en 2012; que a este ritmo se necesitarán 100 años más para erradicar el matrimonio infantil; que en 27 países, las mujeres casadas están legalmente obligadas a obedecer a sus maridos, y en 16 de ellos, estas se enfrentan a sanciones legales si no lo hacen; que el 31 por ciento de las mujeres ha sufrido algún tipo de violencia por parte de su pareja, y el 27 por ciento de las mujeres piensa que está justificado que el marido agreda a su mujer en determinadas circunstancias (como por ejemplo, si esta sale sin avisar, si descuida a los niños, si discute con él, si se niega a tener relaciones sexuales o si quema la comida); que en 119 de 180 países, el acceso al aborto está sujeto a condiciones; que en 88 de 180 países, las mujeres no pueden trabajar en determinadas profesiones en las mismas condiciones que los hombres, y en 24 países necesitan el permiso de sus maridos o tutores legales para trabajar; que el 47 por ciento de la población mundial cree que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres: que en 125 países, las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de sentirse inseguras al caminar solas de noche en su propio barrio. Tal es así que el Foro Económico Mundial (FEM) que examina las brechas de género en cuatro áreas: participación y oportunidades económicas, educación, salud y supervivencia, y poder político explica que, en 2021, estima que se necesitarán 135.6 años para eliminar las desigualdades de género en el mundo. En 2020 estimaba que se necesitarían 99,5 años. En ese momento todavía no se tenía en cuenta que la pandemia de Covid-19 ha retrasado el logro de la igualdad a una generación más.
Las mencionadas son solo algunas de las múltiples trampas hipócritas que nos tienden desde las redes sociales y los medios de difusión los poderosos, para tratar de falsear las causas de tantas calamidades existen en el planeta y perpetuarse en el poder, con su mensaje que adormece y trata de enmascarar la verdad. Ante ellas pudiéramos pensar como Galeano: “el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies”.