Cuando el abuso se normaliza

Como en las grandes subastas, el transporte público en Cienfuegos parece aferrado al principio de quién da más. Si no fuera suficiente tener que autolesionar nuestros bolsillos para satisfacer la más elemental de las necesidades básicas en el contexto inflacionario cubano, la crisis de combustible que vive el país invita, a los que ya caminábamos, a continuar con la marcha olímpica, frente al alza de precios de taxistas, motoristas y cocheros.

Por la ruta del oportunismo asumido en varias piqueras de transportación privada, la sita en la intersección de las calles 44 y 51 ―cerca de la Secundaria básica Frank País García―, tardó muy poco en sumarse. En los momentos más arduos de la actual coyuntura, cuando la ausencia de los habituales triciclos se hizo notar, de la nada resurgieron los cocheros cobrando a 20.00 pesos (CUP) el pasaje por persona, el doble de tarifa percibida allí por los choferes de los llamados “riquimbilis”.

La absurda competencia impuesta por los dueños de los carretones de caballos, fuera de la diana de la escasez de combustible en Cuba, condujo a los motoristas a igualar el importe de sus contendientes para no ceder terreno. Así, un servicio que inicialmente costaba apenas 7.00 CUP, y luego 10.00, termina duplicándose sin explicación concreta para quienes lo pagan.

En trabajos anteriores publicados por este periódico se han expuesto con claridad todas las vicisitudes de los transportistas particulares para mantener los vehículos y, por ende, el negocio que sustenta a muchas de sus familias. Ahora, si bien devienen situaciones comprensibles, lo cierto es que ante cada subida de precios acuden a la misma narrativa para justificar por qué nos ponen la soga al cuello. Los pasajeros nunca tienen respiro.

Incluso, al margen de los establecidos puntos de recogida ―los cuales cubren tramos relativamente cortos―, hoy en Cienfuegos cualquier viaje dentro de la urbe multiplica por diez las tarifas de tales sitios, al extremo de alcanzar los 250.00 y hasta 300.00 CUP por distancias similares.

Ante la preocupante realidad, otra tendencia cobra espacio junto a ella: la normalización del abuso y la especulación. Cuando recién visitamos la mencionada piquera (aledaña a la escuela Frank País), un grupo de personas halló bien que elevaran el costo del servicio bajo idénticos argumentos a los de motoristas y cocheros. Sin embargo, esto no nos sorprende, pues deviene consecuencia de un escenario económico donde la desregulación y la anarquía gobiernan a sus anchas, mientras las carencias obligan a la gente a aceptar lo que venga.

En este asunto específico, las instancias del sector del transporte y el cuerpo de inspectores del territorio cumplen responsabilidades. Ignoro a qué se dedican, pero estoy seguro de lo que no hacen: controlar. Los atropellos que sufrimos la mayoría de los ciudadanos al recurrir a dicha prestación pública constituyen evidencia de la análoga dejadez que corroe a otros ámbitos de la sociedad.

Hace un mes, en el intento de que la gota no colmara la copa, publicamos el texto Subida de precio oportunista y abusiva de cocheros en Cienfuegos. Entonces, guardábamos la esperanza de alguna reacción por parte de las autoridades correspondientes. Ninguna respuesta recibió el periódico; tampoco el pueblo. Ojalá ese silencio e indiferencia no cuesten, con el tiempo, una fortuna.

Los de a pie ya pagamos con fatiga las desatenciones a los reclamos más imperiosos, con la fe puesta en la antorcha encendida, en medio de caminatas tan extenuantes.

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