Wifredo Lam, artista de tres continentes

El 8 de diciembre de 1902, en la ciudad de Sagua la Grande, nació Wifredo Lam, el hombre que con el transcurrir del tiempo, se convertiría en una de las figuras más descollantes de la pintura del siglo xx.

Por sus venas corría sangre africana, europea y asiática, revelando así la composición étnica esencial de nuestro pueblo. Su padre fue un comerciante chino proveniente de Cantón, nombrado Lam Yam, que trabajaba en una notaría y su madre, fue una mestiza descendiente de europeos y africanos.

Lam realizó largas residencias en Francia, España e Italia. Hizo el mismo recorrido que otros intelectuales latinoamericanos, que en Europa buscaron facilidades para su desarrollo artístico; precisamente porque ese perfeccionamiento les fue negado en su momento, por las mediocres e incultas oligarquías latinoamericanas de su tiempo. El talento creador de Lam llegó a las más altas cumbres porque no negó sus orígenes, sino que lo exaltó a un plano universal. Tomó de Europa lo más avanzado de la plástica moderna y, no olvidó, sino por el contrario, afirmó lo genuinamente cubano y americano. Al mantenerse fiel a su origen se hizo universal.

Entre 1918 y 1920, inició su formación como pintor en la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro y tras realizar varias exposiciones decidió viajar a España a comienzos de 1923. Catorce años vivió en España. Ingresó en el taller del pintor Fernández Álvarez de Sotomayor, director del Museo del Prado. Se casó con la extremeña Eva Piriz, en 1929; solo dos años más tarde, en 1931, recibió el terrible golpe de que a causa de la tuberculosis, ella y su pequeño hijo fallecieron.

Su enciclopédica formación, continuó por las tierras, chozas, iglesias y alcázares de Madrid, El Escorial, Toledo, Andalucía, Barcelona y en el Museo del Prado, donde estudió a los clásicos españoles. En 1936, en Madrid, entró en contacto con el cubismo de Pablo Picasso, gracias a la exposición itinerante de ese gran artista.

Se incorporó como miliciano en la Guerra Civil Española y luchó contra los franquistas, vio muchos muertos y dolores que sumó a los suyos propios. Conoció de los sufrimientos del pueblo español y, en l938, pintó Dolor de España, en el que presenta a esas trágicas mujeres, a esas madres que lloran a sus hijos muertos.

Se enfermó por los gases tóxicos de la fábrica de explosivos donde laboró en Madrid y junto a otros refugiados de la guerra, marchó a París. Allí, Lam se hizo a otro mundo, Picasso le dio confianza en sí mismo, ejemplo, estímulo y Lam logró prestigio como pintor singular y audaz.

En 1939, inició su amistad con André Breton y comenzó su despegue artístico con la participación en dos exposiciones en París y Nueva York. Le sorprendió otra guerra, otra catástrofe, otra derrota. Al entrar los nazis en París, escapó a Burdeos y luego a Marsella y de allí logró viajar con numerosos intelectuales europeos hacia las tierras de América. En una escala en Martinica lo internaron en un campo de concentración creado en un islote del archipiélago y allí conoció a Aimé Césaire. A mediados de 1941, después de siete meses, en los que visitó también Santo Domingo, retornó a su Patria.

En Cuba, se reencontró con el mundo de su infancia y de su juventud, su mundo mulato; aquí lo afroide está en él mismo. Pero le ocurrió lo que a otros innovadores en la plástica, en la música o en la poesía; la sociedad burguesa de entonces, no entendió el lenguaje esotérico que había heredado de sus ancestros africanos, lleno de mitologías, de dioses paganos y de una riquísima herencia cultural. Eran muy pocos los personeros de aquella sociedad que toleraban los “atrevimientos” artísticos y le concedían el rango debido. Lam se reencontró aquí, además, con los prejuicios raciales.

En este marco surgió “La jungla”, la cual había iniciado a finales de 1942 y terminado en 1943, fecha en que se expuso por primera vez en Nueva York. En ella integró elementos de las culturas europea, oriental y africana y, según sus propias palabras, recordó su necesidad de volcar en una obra su energía combativa, su protesta social, y para ello eligió el trasfondo del drama afrocubano. La caña sirve de fondo al gran cuadro. El arte africano, vigoroso y armónico, aparece dentro de un escenario cubano, tropical. Las tijeras simbolizan el corte de toda imposición extranjera en Cuba, de todo coloniaje. “Ya somos grandes y podemos marchar solos”, es la frase con la que Lam describe su obra cumbre. Recordemos que Alain Jouffroy llegó a expresar que, “La jungla” es el primer manifiesto plástico del Tercer Mundo.

A esta época corresponden también sus retratos de HH en los que mediante “un complejo proceso de desintegración-integración ha trasmutado a la alemana aria, Helena Holzer, en una mujer africana cuyo rostro es una máscara”.[2] Lam había contraído matrimonio en 1944, en La Habana, con la joven alemana Helena a la que había conocido en Barcelona durante la Guerra Civil y con la cual mantenía una relación desde entonces.

Completó su visión antillana con la estancia durante varios meses en Haití, entre 1945 y 1946, donde expuso sus obras y encontró nuevos temas de inspiración. Hasta 1952 alternó estancias entre Cuba, Nueva York y París y a partir de ese año se estableció definitivamente en esta última ciudad. Desde 1950 se divorció de Helena Holzer y en 1955 conoció a la pintora sueca Lou Laurin con la que se casó.

Como un acto de solidaridad con los jóvenes universitarios en lucha contra la dictadura de Batista realizó una exposición de su pintura en la Universidad de La Habana en 1953.

Después del triunfo revolucionario, Lam visitó Cuba en numerosas ocasiones participando en importantes eventos culturales y en exposiciones de su obra. En 1981, por acuerdo del Consejo de Estado tuve la ocasión de imponerle en su pecho, en ceremonia efectuada en la Embajada de Cuba en París, la Orden que se concede a las más altas personalidades de la cultura cubana y universal y que lleva el insigne nombre del sacerdote católico Félix Varela.

En la pintura de Lam se combina la influencia del movimiento plástico de la vanguardia y el arte moderno, con formas artísticas en que se aprecia y siente la presencia y el vigor creador de los pueblos africanos. Este es un hecho que mueve a la reflexión a quienes puedan estar interesados en la evolución y en la historia de la pintura de nuestra época.

Un análisis de la trascendencia de la obra de este excepcional pintor nos permite formular algunas reflexiones acerca de las claves de la cultura cubana. En Lam, hicieron síntesis una combinación de elementos que su espíritu creador impregnó de un profundo sentido, ¿pero de dónde nació ese espíritu? Como buen cubano de raíz, llevó a la plástica el mensaje cultural de nuestro pueblo, en el que se integra armónicamente la influencia de tres continentes: África, Europa y América. El valor de este hecho se encuentra en que Lam expresó la síntesis universal que está presente en la esencia más profunda del movimiento intelectual cubano.

Su muerte acaecida el 11 de septiembre de 1982, en Paris, enlutó no solo a las artes plásticas de la Isla, sino a toda la cultura nacional, porque Lam fue uno de los fundamentales artistas e intelectuales de su tiempo. Entonces, los cubanos perdimos al más universal de nuestros pintores y a uno de nuestros más brillantes creadores.

En lo artístico, la vida de Wifredo Lam, al igual que la de Carpentier, Guillén o Alicia Alonso, nos muestra el rasgo distintivo de nuestra cultura e identidad nacional.  Y en el plano político, explica algunas de las razones culturales de la influencia internacional de la Revolución Cubana, que lleva implícito también un compromiso a favor de la libertad y la justicia con alcance planetario. Valdría la pena que todos los interesados en la cultura y la política de Cuba, en otras partes del mundo estudiasen con detenimiento esta cuestión.

Gracias inolvidable Maestro Wifredo Lam por tu ejemplo y virtud al servicio pleno de Cuba.

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