La disciplina social… ¿en la papelera?
Cada quien ha regalado a la ciudad, en su 205 cumpleaños, lo mejor de sí. La ciudadanía, mensajes de gratitud, amor y orgullo ante la belleza de esta urbe. Los organismos, empresas e instituciones, por su parte, legaron este abril a Cienfuegos obras y quehaceres, para festejar el paso de los dos siglos y un lustro transcurridos tras el nacimiento de la otrora colonia Fernandina de Jagua.
Ahí, en ese cúmulo de iniciativas, aparecen por ejemplo las papeleras o cestos que los servicios comunales han instalado en arterias principales y zonas comerciales, dígase el Prado, el Malecón, el Corredor Santa Isabel y otros espacios emblemáticos del entramado urbano.
No es la primera vez que esos necesarios implementos llegan a nuestras calles: las papeleras han sido noticia en ocasiones anteriores, pues para beneplácito de los moradores de Cienfuegos ha existido la intención y la gestión para propiciar una ciudad más limpia.
Tradicionalmente, como en esta ocasión, se han instalado en calles y avenidas puntales, sin embargo, a la par de las buenas nuevas de su colocación, han trascendido más de una vez las historias del vandalismo del que han sido víctimas, al ser arrancadas o mutiladas.
El lote más reciente, en saludo al aniversario 205 de la ciudad, incluye una dotación de 250 papeleras, según refería sobre el tema José Quintero Mora, director provincial de servicios comunales. Quintero Mora apelaba igualmente “al sentido de pertenencia de los cienfuegueros para cuidar esos cestos, que además de su utilidad implican una erogación importante de dinero para adquirirlos.”
“Ya se pusieron ocho papeleras del Parque Martí, en el Boulevard colocamos otras 18 y unas 12 en el boulevard de la calle 29”, mencionó el directivo, tras agregar otras áreas citadinas beneficiadas con esta acción.
Pero nada logramos si tras ese esfuerzo para embellecer la Perla del Sur sobreviene la estela devastadora de la indisciplina social —esta última, por cierto, pareciera lanzada a una papelera tras cada robo, rotura o afectación al ornato público— y arranca de cuajo, junto a los cestos, las buenas intenciones de engalanar a Cienfuegos en su cumpleaños.
De igual manera, el vandalismo no se ciñe solo a estos accesorios. Los bancos, jardineras, luminarias, y otros elementos urbanísticos sufren de la indecencia de unos pocos (casi siempre investidos de penosa impunidad) y son blanco también de roturas y sustracciones de uno o todos sus componentes.
Esta comentarista pensaba precisamente en lo anterior al escuchar las declaraciones de José Quintero Mora, sobre los proyectos de reanimación acometidos por los servicios comunales precisamente en bancos, jardinería y otros elementos del Prado cienfueguero, con vistas al aniversario 205 de la urbe.
Sobre cada iniciativa constructiva u ornamental, además de apelar a la conciencia de la ciudadanía para su cuidado, es necesario crear algún mecanismo de supervisión para evitar que el vandalismo dañe lo edificado.
En el ámbito individual, queda de nuestra parte el regalo mayor a la ciudad: saquemos de la papelera la disciplina social y la decencia, y cuidemos cada pedacito, cada esquina de una ciudad que resalta, entre sus homólogas cubanas, por una singular hermosura y contemporaneidad.
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