Hasta hoy, estrategia cambiaria por debajo de las expectativas

En la columna Compras, luego existes, del 26 de agosto, este autor destinaba entusiastas palabras al inicio, tres días antes, de la compra de divisas en efectivo por personas naturales en los establecimientos de Cadeca.

Expresaba en aquel trabajo que la medida suponía “un espaldarazo para los ciudadanos en función de hacernos por la vía estatal de algún muy discreto nivel de euros, cuando haga falta y le resulte posible al bolsillo. Estos u otra moneda que pueda pasarse a la tarjeta, pues el dólar sabemos no es posible por razones del bloqueo”.

Destacaba que el inicio de la venta en divisas, como parte de la ineludible conformación del mercado cambiario, supone un aliciente que además debe actuar en tanto dique de contención hacia aumentos potenciales del mercado informal. Al menos es cuanto dicta la lógica mercantil, añadía el trabajo

Pero también alertaba: “El éxito de esta medida, a mi modo de ver, depende del nivel de operaciones de Cadeca y de la existencia diaria de moneda libremente convertible en dichos establecimientos. De lo contrario, nada se haría con que a las pocas horas de abrir el local no quedase nada para vender, pues ahí estaríamos en las mismas”.

Añoraría que otro fuese hoy el escenario y no resultara necesario escribir este texto, mas -hasta la fecha- la medida no ha tenido el éxito esperado, en gran parte porque ocurre justo cuanto sentencia el anterior párrafo.

Aunque quizá sea temprano para valorar, todo sucedió conforme a lo previsto, incluso para quienes conocemos poco de economía: ante la irrupción de una estrategia cambiaria nacida sietemesina (por no contarse con la divisa suficiente para vender, en cantidad y durante todo el día, en las unidades designadas), la contrarrespuesta urgente del mercado informal sería la elevación, aun más, de los gravámenes de las monedas fuertes.

Y, en efecto, así fue. La espiral alcista actual redunda en que al publicarse el comentario las respectivas ventas de dichas monedas ronden los 165 pesos, con todo cuanto ello entraña, no siempre sin una razón económica real, en la elevación de los precios de un amplio espectro de productos, procedan o no de las tiendas recaudadoras de divisas.

No se precisa ser un gurú del sector para inferir que el disparador de la emigración vía Nicaragua conducirá a que en pocas semanas el dólar alcance los 200 pesos.

Más allá de los saldos mucho más favorables que hayan podido registrase en el circuito de aeropuertos, donde se opera bajo otro contexto y códigos, y la solución de determinadas necesidades puntuales a algunas personas naturales (40 o 50 turnos en las Cadecas y topes para la compra no dejan mucho margen para satisfacer a demasiados), en términos globales ciudadanía, el beneficio de la medida, hasta hoy, es bastante limitado.

Probablemente todavía existan algunos ases institucionales por sacar (es algo que muchos esperamos con vehemencia); pero de no ocurrir así el cisma entre la opción estatal, la más favorable por mucho al comprador aunque harto reducida, y la informal alcanzará distancias insospechadas.

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