Intermediario, figura legendaria y ¿eterna?

Desde que mi padre llevó el primer televisor a casa, hará más de cuarenta años, veo reportes en el Noticiero Nacional sobre el carácter nocivo de la figura del intermediario; o sea, quien media entre los productos agrícolas y los consumidores. Las notas periodísticas televisivas, no importa hayan sido elaboradas en 1981 o en 2023, poseen moldes exactos en sus respectivas estructuras.

Lo anterior habla del hecho de que la figura del revendedor está tan empotrada en la autoctonía como los campos de marabú o los escenarios de colas urbanas.

Contra el marabú, o parte de este, sí se pudo, cuando se decidió, voluntad y esfuerzos mayúsculos mediante. Cienfuegos representa ejemplo de ello. Varios de los polos agrícolas que hoy muestran plantaciones germinadas en escaso tiempo, hasta hace pocos años eran propiedad del arbusto.

Quien viera esas extensiones, antes y después, como quien escribe que las ha recorrido todas, sabrá cómo es posible convertir un espacio yermo, hostil e inhabitado de especie alguna que no fuese la dominante, en un jardín verde repleto de esas viandas, hortalizas y frutas demandadas por la población.

Las colas, a diferencia del marabú, no pueden enfrentarse a bulldozer limpio. Su único antídoto es la presencia de productos. A manera de ejemplo: con solo tres semanas de venta sistemática de ron en los mercados Ideal de la ciudad, disminuyó de forma ostensible el número de revendedores del artículo. Claro, es solo ron y hace falta mucho más que eso; pero por algo se empieza. Tengo la confianza que, en un plazo ya no lejano y como resultado de las medidas económicas puestas en marcha por el Estado cubano y observadas en la provincia, las filas de los escenarios mercantiles disminuirán de forma progresiva.

De lo que sí no estoy muy claro, y no se trata de pesimismo sino de realismo, es de cómo eliminar la figura del revendedor, porque he sido testigo directo, a lo largo de treinta años en el oficio, de diversas como tan asistemáticas campañas que nunca fructificaron del todo, de gestiones sin saldo favorable, de decisiones dirigidas primero a prescindir de imprescindibles instancias-puentes entre el campo y la tarima y encaminadas luego a resituarlas en su puesto habida cuenta del error cometido…

Una medida, a mi juicio muy correcta y positiva para el productor, como arrendarle mercados para que venda su propia mercancía, sin obstáculo intermedio alguno en el camino, ha generado provechos, aunque en no todos los casos. Sin duda, contribuyó a la reactivación de algunos de dichos establecimientos y, en la actualidad, su surtido es bastante más amplio que antes, algo innegable. En otros casos, iniciaron muy bien, para luego anquilosarse. Y hasta  hubo alguno que otro donde los nuevos dueños quizá “comieron más con los ojos que con la boca” y abandonaron esa posibilidad.

Volviendo al centro del tema, entran en juego diversos elementos que coartan el deseo, sobre todo la necesidad, de erradicar al legendario fenómeno del intermediario. Por ejemplo, como es sabido, a causa de problemáticas como la falta de cajas, déficit de combustible, vehículos, deficiente contratación u organización, existe, en picos de cosecha de diversos renglones agrícolas, una muy dañina inestabilidad en la recogida, que propicia la pérdida de productos en el campo por parte de las instancias estatales.

Y duele mucho al campesino, tanto más al pueblo, que eso suceda, en medio de limitaciones difíciles de sortear como la falta de fertilizantes debido al contexto económico y la situación de asfixia financiera contra Cuba, lo cual repercute en que resulte hoy día cuatro veces más difícil al labriego transitar de las etapas de germinación a la recolección, con rendimientos inferiores a lo usual.

Cada vacío es llenado por algo o alguien, regla inolvidable. Y Mahoma (entiéndase los amigos de gordos bolsillos) siempre irá al surco. Si bien en buena parte de las ocasiones eso ya ni siquiera les resulta necesario a los dueños de “poderoso caballero”, porque, en cualquier escenario -de cosechas debidamente recogidas o no-, es tan marcado a escala nacional el desvío de recursos de la esfera agrícola, que producciones completas de Cpa (s) y Ccs (s) van dirigidas al destino equivocado, con la venia o no de los respectivos dirigentes de las diversas entidades de donde provienen. Algunas son interceptadas en las carreteras por las fuerzas del orden; otras no.

Prejuicio mayor de todo esto asunto es que desde que los alimentos salen de las manos del campesino hasta que llegan al consumidor, gracias en buena medida a la labor del ente intermedio, los precios de algunos productos se incrementan de un modo desmedido. Es un nudo gordiano que, hasta ahora, no ha podido desenredarse.

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