Cuídate mucho

Las últimas palabras que crucé con ella surgieron casi por azar. Nos encontramos en la calle de Castillo, próximo al Prado en la ciudad de Cienfuegos, y tras su saludo maternal, me dijo: “Es el último paseo; el fin de semana viajo a Estados Unidos a reunirme con mis hijos y nietos. Cuídate mucho”.

Aunque muy poco la conocía, la coincidencia repetida en algunos lugares fraguó entre ambos un afecto especial, como el que habitualmente ceñimos a las abuelas. Por eso, aquel adiós imprevisto, de sopetón, fundido en la semántica de dos vocablos cada vez más recurrentes —“Cuídate mucho”—, llegó a conmoverme cual si se tratara de un familiar o amigo cercanos.

Vivir en los años recientes las numerosas despedidas de personas que imaginamos siempre en todos los tiempos de nuestra existencia, descoloca las emociones de cualquiera. Uno puede sentir por quien emigra un duelo similar a cuando alguien muere, tirado por la ausencia del ser querido y la incertidumbre en torno a su suerte.

Si así ocurre en el plano individual y al interior de los hogares, ¿acaso no será este el mismo dolor para Cuba? ¿Cómo palpita el corazón de un país con tantos hijos desperdigados por el mundo? ¿Qué hierve en sus entrañas ante las cotidianas escenas de adioses entre abrazos, besos y llantos que abren heridas supurantes?

Los escasos datos públicos sobre el tema indican que hoy día más del 11 por ciento de la población cubana se encuentra fuera de la Isla. Incluso, a partir de la ola migratoria desatada desde 2021 hasta la fecha, reportes de prensa señalan que apenas en un periodo de 18 meses alrededor de 400 mil cubanos fueron interceptados en la frontera estadounidense.

Sin embargo, al margen del preocupante escenario que deriva de tales cifras para los destinos de la nación, en realidad hablamos de algo más que números. Cada dígito son nuestros padres, hermanos, primos, tíos, parejas, amigos; lazos de amor de repente distanciados por kilómetros de cielo y mar. Ninguna política ni diálogo a la vista podrían pasar por alto ese lado humano.

De acuerdo con especialistas del Centro de Estudios Demográficos, la búsqueda de mejores salarios y condiciones de vida, los deseos de realización personal y, en mucha menor medida, cuestiones de índole política aparecen entre las variables multicausales de la migración cubana, agudizadas por lo que ellos llaman “crisis de expectativas”: la percepción aquí de un futuro incierto.

Los efectos del asfixiante bloqueo económico de Estados Unidos y el incentivo a las salidas irregulares a través de la Ley de Ajuste Cubano condicionan, junto a las severas dificultades internas derivadas en gran medida de lo anterior, el comportamiento migratorio que actualmente experimenta Cuba.

Ahora, las luces que permitan a la gente formular proyectos de vida en el país que nacieron y al cual aman, deben encenderse en esta orilla, por encima de las sombras de faros ajenos.

Todavía muchos anclan en suelo cubano sus sueños de prosperidad y crecimiento, pese a los molinos que se empinan para obstruir el paso. Frente a la extendida idea de que la única vía de respirar es irse, prevalece el desafío de generar oportunidades más soberanas, resilientes e innovadoras, sin piedras ni atropellos propios en los caminos. Tiene que iluminarse el horizonte para que las borrascas de las despedidas sean (y duelan) menos.

Tomado De:

www.5septiembre.cu

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